miércoles, 4 de diciembre de 2013

Desempolvando...

                                                 http://www.flickr.com/photos/jordasin/291308740/in/photostream
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Esta, es una antigua entrada, que publiqué con el título de Cuento de Navidad. Un café ¡venga! y que hoy he creído oportuno desempolvar. De ahí el título. Y como de eso, hace ya cinco añitos del ala, espero y deseo, que además de que os guste... os sepa a nuevo...
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Su esposo le pasó el diario abierto por el obituario.

- ¡Eh! ¿esta Marta no es tu amiga?

La esquela resaltada en negro, le escupió un Marta Navarro Peña que la sobrecogió.
“Sus apenados hijos, Ramón y Enma comunican..."

Sin duda era ella. Después de tanta búsqueda…al fin... lástima que fuera en esas circunstancias.
La reseña decía que se daba el duelo por recibido, sin facilitar  ninguna dirección mortuoria…
Durante un buen rato se quedó en suspenso sin saber que hacer. Pero al cabo de unas horas, decidió que haría una visita a alguien en honor de Marta. Aunque nunca se lo había dicho, le constaba que también se había hartado de buscarla sin resultado alguno. Merecía saberlo.

-Hola, Luis -saludó al entrar-

-¡Hombre, Esther! ¿cómo va todo?

Entre ellos había una curiosa familiaridad, aunque en realidad apenas se conocían. Un azar puro y duro había creado esa relación ocasional y siempre que se acercaba por allí, muy de vez en cuando, no podían dejar de acordarse de como se conocieron. No acostumbraban a hablar de ello, pero siempre que se veían, ese recuerdo flotaba entre ellos.

Un par de años atrás, había entrado en esa chocolatería por casualidad, cansada de cargar las bolsas. Le venía de paso y el frío en la calle era intenso esa mañana. Un calorcito agradable la confortó al entrar, permitiéndole sacarse el abrigo y los guantes. En la TV, los niños de San Ildefonso cantaban los números de la lotería de Navidad como si les fuera la vida en ello.
Se sentó en la única mesa libre, junto a la cristalera; le gustaba ver la calle abarrotada de gente, entrando y saliendo de las tiendas. Miró hacia la barra buscando con la vista al camarero y entonces la vio. Una “sin techo”, encaramada en el taburete del rincón con sus infra pertenencias rodeándola, la miraba atentamente. Pasando el rato, retardando el momento de salir de nuevo a la intemperie. No sería mucho mayor que ella.

Mientras se acababa de instalar, pensó brevemente en que no era extraño que se hubiera puesto al abrigo del frío y que tenía suerte de que la hubieran dejado entrar en el local. Menos mal. Intuyó que provenía del albergue para indigentes de dos calles más abajo,que debía de estar a tope a causa de la temperatura reinante. En ese barrio del casco antiguo, en pleno centro, no era extraño tropezarse con alguno.

Como buena urbanita curtida, en cuanto el camarero se acercó dejó de prestarle atención. Ordenó un chocolate con una ensaimada, mientras repasaba mentalmente la lista de regalos que tenía y los que le faltaban.

Desde que sus hijos habían crecido, cada año se le hacía más cansino todo ese montaje de regalos, comilonas, visitas obligadas y alegrías forzadas. Lo daba por otra de tantas batallas perdidas… Pasaba de tirarse el típico rollo “progre” de: “a mí, nunca me ha gustado la Navidad” aunque fuera bien cierto en su caso. Ni de niña. Y tenía claro, que había cosas que le gustaban muchísimo menos.

Siguiendo el curso de sus pensamientos, después de observar las bolsas, calculó que le faltaban tres regalos. Decidió que saliendo de allí se acercaría al Corte Inglés y lo dejaría solventado en un dos por tres. Sonrió para ella misma, sintiéndose un poco estúpida, por el cutre pareado que le acababa de salir. Sonó el móvil y mantuvo una breve conversación con su hermana, ultimando detalles de la cena de Nochebuena.

Mientras se ponía el abrigo y los guantes de nuevo, para abandonar el local, una ráfaga de viento helado se coló por la puerta, al tiempo que entraban dos críos con su madre. Sonrió otra vez con una cierta nostalgia, al oír como los amenazaba con suspender la entrega de la carta a Papá Noel si no dejaban de pelearse. Se sentaron justo enfrente de la vagabunda.

Por un momento, sus miradas volvieron a cruzarse. Y de pronto, como una revelación, algo le dijo que la mujer no había dejado de observarla. La vio saltar del taburete mucho más ágil de lo que nunca hubiera supuesto, avanzando hacia ella sonriendo. No miró hacia atrás, después de hacerlo disimuladamente a ambos lados, porque se sentía totalmente atrapada en aquella mirada…
Y también, porque en medio de ese súbito pasmo, un escalofrío de recuerdo se abría en su mente, al escuchar  como pronunciaba su nombre...

-Hola, Esther...

No salía de su asombro, no era posible…. Parecía… Pero...

- No te acordarás de mí… Soy Marta, Marta Navarro... del Instituto…. hicimos el Bachillerato y el COU juntas. Me sentaba justo detrás tuyo.

Inmersa en un considerable desconcierto, apenas acertó a balbucir en voz baja:

-Sí, sí, sé quien eres…discúlpame, no te había reconocido...

Aunque sus pensamientos se sucedían a toda velocidad, la sorpresa la mantenía paralizada. No se atrevía a preguntar ¿qué tal? o ¿Cómo te va todo? porque lo que de verdad pugnaba por salir de sus labios era un ¿pero qué te ha pasado? ¡así de grande!

En su porte y en sus ojos, aún se adivinaba un último rastro de dignidad, pero su cara reflejaba claramente las huellas y los estragos de años de alcohol y vida callejera. ¿Y qué se había hecho de aquella espléndida melena que la distinguía? ¡Por Dios...!

Ella, que siempre fue mucho más desenvuelta, la sacó del apuro.

-¡Cuánto tiempo! ¿verdad? Al principio no estaba segura de si eras tú, pero cuando te he oído hablar por el móvil ya no he tenido dudas. Andas de compras de Navidad supongo.... Yo vengo a desayunar aquí, a veces… -con algo menos de aplomo-

Casi se sonrojó al ver como miraba las bolsas. Se sintió como una pija miserable y prepotente. Pero reaccionó al fin.

-Pues me alegro de verte Marta, siéntate aquí conmigo y hablamos eh?

-Tendrás prisa… ya te ibas… -La miraba a los ojos-

- Un café, ¡venga! -Le sostuvo la mirada-

Marta aceptó el café y se sentaron.

Y contra todo pronóstico, la química que las uniera un día, volvió a funcionar casi de inmediato. En apenas media hora, era como si se hubieran visto un par de semanas antes. Marta desplegó todo su encanto, que no era poco, y la verdad es que había mucho para contar por ambas partes.

Realmente, habían estado muy unidas en esos años de Instituto. Y en el fondo de aquellas pupilas, aun latía el alma de aquella adolescente con la que tanto había congeniado y compartido en esos años mágicos de iniciación y descubrimientos en mil correrías. Habían sido inseparables. Su madre las llamaba: “el pack”. Luego, al empezar la Universidad en Facultades diferentes, poco a poco e inexplicablemente, se habían ido distanciando hasta perderse la pista. Lo último que había sabido de ella, hasta ese momento, es que se había ido a Alemania con una beca.

También sorprendentemente, al cabo de varias horas de conversación, Marta, era cualquier cosa menos una perdedora. Su peripecia vital resultó ser tan intensa y apasionante, que redujo su indigencia casi a una pura anécdota más. Inspiró cualquier cosa menos lástima. Quizás, porque la inteligencia es siempre un grado superlativo, que faculta a quien lo posee, para apreciar o disfrutar la vida desde muchos y distintos puntos de vista.

Les costó despedirse con la chocolatería a punto de cerrar, cerca de las diez de la noche. Luis, las fue atendiendo durante toda la jornada, observándolas con curiosidad y disimulo al principio, pero el diminuto local no permitía más que una intimidad muy relativa.

Al final de la tarde, intervenía en la conversación riendo abiertamente con ellas. Cautivado por la situación y por la simpatía de Marta, que no cesaba de gastarle bromas y se lo había metido en el bolsillo sin reservas. A pesar de los avatares de su vida, conservaba fresca aquella fina ironía un poco cínica, que le salía de natural y que siempre la hizo tan especial. Al pedir la cuenta, les hizo prometer que volverían si las invitaba. Ambas lo juraron solemnemente entre risas.

Llegado el momento de irse, Esther le facilitó su dirección y su teléfono, conminándola cariñosamente  varias veces a que mantuviesen el contacto. Marta prometió llamarla a no tardar, para darle su nueva dirección en cuanto se instalara...

-Pero en su mirada, latía claro el “adiós”-

Hoy, igual que otras veces, hablaban de nimiedades, pero mientras lo hacían... Esther le pidió un bolígrafo al mismo tiempo que abría el diario y rodeaba con un círculo la esquela. Entretanto él la leía atentamente, abandonó por última vez el local.
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28 comentarios:

  1. Casi acabo de empezar a visitar blogs, después de unos días de deconexión, y me encuentro con esta historia tan real que parece me ha ocurrido a mí hoy mismo.
    La vida da tantas vueltas y en alguna de ellas volvemos a encontrar lo que dejamos atrás, aunque no siempre como desearíamos.
    Me gustó, Cristal, y sé que me va a martillear en la mente un rato, es que me duele tanto esa gente que vive en la calle!!!
    Un abrazo, querida.

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    1. Virgi:

      Si que duelen... y cada vez son más... vivimos tiempos oscuros, que nadie sabe demasiado bien ni con claridad hacia donde nos conducirán. Pero bien, no pinta...

      En fin! esperemos que una de esas tantas vueltas que da la vida, no nos toque enfrentarnos a algo así o similar... porque todos! estamos mucho más cerca de llegar ahí, de lo que nos imaginamos...

      Un abrazo, también para ti.

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  2. Gracias por rescatar esta entrada antigua. No la había leído y me ha emocionado. Siempre que veo un indigente pienso que podría ser yo el que está ahí. Y aun así, no es la única amenaza que se cierne sobre nosotros. Hay mucha gente a la que quieres en tu infancia o juventud y, un día, descubres que se quedaron en el camino.

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    1. José:

      Pues sí, nadie. anda tan lejos de algo así, como creen algunos... Y desde luego que en estos momentos, parece que lo único que sobre en este mundo, sean 'amenazas' de todo tipo. Son tiempos extraños, por nombrarlos de algún modo.. los que nos han tocado... aunque tengo claro, que la indigencia, amén de otras lacras como la esclavitud... e incluyo aquí una larga lista, que omitiré por prolija y ser de todos conocida... parecen inherentes a cualquier tipo de sociedad humana.

      En fin! solo añadir, que no me sobra... pero a esta escéptica, no le da la gana de perder la esperanza, de que algo mejoraremos...

      Por lo demás, un placer verte de nuevo entre mis letras y decirte que eso del micro-relato, se te da muy bien!

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  3. Ya me acordaba... Gracias por rescatarlo de nuevo
    ;)

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    1. Pi

      Gracias a ti, por estar siempre ahí y por acercarte a dejar huella.

      Abrazos! 'todos los posibles' :)

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  4. Cristal, lo he leído esta mañana antes de salir, sin tiempo de comentar. Pero te digo, que a lo largo de estas horas, he visto el doble de indigentes que otros días... Lo he vuelto a leer en el teléfono, mientras desayunaba y ahora de nuevo dejando correr la música que has puesto. Me sigue impresionando, sobretodo el trato de igual a igual que das a las protagonistas del relato, porque tenemos tendencia a la lástima, creyéndonos superiores sin serlo. Si tuviese que extraer una enseñanza de esta historia me quedo con esto: "Quizás, porque la inteligencia es siempre un grado superlativo, que faculta a quien lo posee, para apreciar la vida desde muchos y distintos puntos de vista"
    Magnífica, de una gran serenidad siempre, tu prosa. ¡Felicidades! y gracias por compartirlo de nuevo.

    P.D.: qué fue de Luis? <:)

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    1. Godot:

      La verdad, es que en estos tiempos que corren, parece que cada vez hay más personas en esa situación... será por eso, más que por mis letras... por lo que crees haber visto a muchos más en esas horas... Pero si mi relato, ha servido para hacértelo 'patente' bienvenido sea de nuevo. Porque lo que menos necesitan esas personas, es la invisibilidad y la conmiseración del resto, por creernos en otro estadio superior... sobre todo, porque no lo estamos. Estar en una situación más afortunada o 'tener más', no nos hace mejores que nadie... aunque muchos así lo crean...

      Muchas gracias, por tus palabras y un placer compartir contigo mis letras.

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  5. Reducir la indigencia a una anécdota requiere unas gotas de cierta sabiduría. Tal vez esa que proporcionaba el cou...tan anhelado. Me ha encantado el reencuentro, que aunque parezca fugaz, no lo es en absoluto. Un abrazo.

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    1. Víctor::

      Sabiduría o estoicismo... a veces no queda más remedio que positivizar lo 'impositibizable' y perdón por el 'palabro'. Creo, que nadie, puede ser feliz o infeliz todo el tiempo :) esté como esté, o se encuentre en la situación que se encuentre. Sea porque la psiquis humana o la inteligencia que nos es concedida... nos ayude a transformar a nuestro favor, cuando no queda más remedio... situaciones como la descrita. El caso, es que todos sin excepción, tenemos en nuestro haber situaciones y vivencias felices e infelices para recordar y explicar. Salvo el que no quiere verlas...

      Muchísimas gracias, por decir que te ha encantado... y desde luego que un encuentro así, tiene mucho más de 'hito' que de fugaz... sin duda! Tienes razón.

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  6. La teva "mirada de cristal", és un autèntic tresor, nena. No cal que et digui quant m'ha agradat. M'ha enamorat aquesta història.
    Tens molt, al teu cap!!!!!!!!!

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    1. Sarita de mi corazón:

      Aquí l'únic tresor, és la teva generositat amb las meves lletres :) M'alegro molt de saber que t'agradat el meu conte.

      Un petó molt fort!

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  7. Conocí a un tipo, en el barrio. De chavales solíamos jugar juntos, y como en el caso que relatas, la vida siguió su curso y nos separó. Unos años más tarde, alguien me dijo que lo había dejado todo; hijos, familia, trabajo, amigos... y había desaparecido sin dejar rastro. Cierta mañana invernal, por una de esas casualidades de la vida, lo encontré sentado al sol en un banco de una placeta madrileña, con un tetrabrick de vino barato en la mano y una sonrisa ida.
    Me reconoció de inmediato, pero no me hizo mucho caso, me pidió dinero y se lo di, y cuando le pregunté qué le había pasado, simplemente me respondió :"No podía con mi vida".
    Ya tocado por el alcohol, en todos los sentidos posibles, empezó a balbucear incoherencias.
    Me despedí y le dejé con sus fantasmas. Ni me respondió.
    Podríamos decir cosas como que la mente es frágil y en cualquier momento puede producirse el cortocircuito, que no todos somos capaces de soportar las mismas presiones emocionales, que las responsabilidades no se digieren igual de un individuo a otro, etc... pero el caso es que ya sea por genética o por desgaste, poco importa, a veces, y sólo a veces, la indigencia es algo deseado, como un suicidio lento, quizá porque para la vía rápida... no haya valor suficiente.
    De tu relato emana esa terrible y aceptada -al menos para algunos- certeza, de que nada tiene importancia.

    Magistral, Madame.

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    1. Alfil:

      También yo creo que esa indigencia buscada que nombras, aunque en algunos casos no lo parezca... es una forma de 'suicidio aplazado' y por los motivos que citas. Sin entrar en los porqués... diría, que cuando uno se baja hasta ese punto de decepción y por elección propia de este carrousel, es muy difícil volver a 'creer' y a subirse de nuevo a la 'vida'. Al menos, a esa vida, que 'dice el libro' (de los papanatas). Por no mencionar, a los que vegetan, sin por ello sufrir menos, en él... sin atreverse a abandonarlo...vete tú a saber porque peregrinos motivos...

      En todo caso, sí, la vida siempre sigue inalterable su curso, como si nada tuviera importancia. Así es. :)

      Muchas gracias, Monsieur .

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  8. Alguien muy cercano a mí vivió una situación muy semejante a lo que cuentas en este relato. Estaba tomando un café con unas amigas en una terraza y se acercó una vagabunda que le llamó por su apellido preguntándole si se acordaba de ella ya que habían estudiado juntas. Aquella mendiga era famosa en la ciudad y siempre, murió pronto como todos, tenía una extraña dignidad en su mirada. Tu talante abierto y compasivo quiere convertir la mendicidad en una anécdota más pero bien sabes que no lo es. Solo hay abismo, humillación y finalmente muerte.
    Me gusta tu historia
    Bicos

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    1. Max:

      Si has leído los comentarios anteriores, ya ves, que son bastantes los que han tenido experiencias en ese sentido..., lo que abunda en mi idea, de que nadie anda tan lejos de esa situación... Y yo creo, que mucho más que por mi talante, el reconvertir situaciones tan duras en algo que no lo sea tanto, obedece mucho más a una reacción lógica de contrarrestar emocionalmente una árida realidad, que a veces cuesta asumir, por motivos obvios. Y también que estar en esas tesituras, te permite vivir mucho más 'al limite' que al resto sin duda alguna... lo que puede que les conceda esa intensidad de la 'aventura apasionante' en algunos casos y ocasiones... Casa vida, es un universo aparte, que duda cabe ¿verdad? pero en las 'normales' y no es tan sólo una pregunta... no hay también abismos... humillación y finalmente... muerte...?

      Muchas gracias por decir que te gusta mi historia y por dejat aquí tu sensibilidad en este tema...

      Bicos!!

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  9. Hola Cristal, te veo en el blog de Pilar. Un saludo brasileño y deseos de un buen fin de año con alegría y paz. Rodolfo.

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  10. Rodolfo:

    Vienes de buen lugar, así que ¡bienvenido!. Y hago extensivos tus deseos de alegría y paz para ti y los tuyos. Gracias por acercarte.

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  11. Una recuperación muy oportuna, Cristal. No la conocía o no la recordaba (debe de remontarse a un poco antes de que nos "conociéramos" en la red). Como bien dices, nadie está libre de que la vida le dé una vuelta del todo inesperada, y más en estos tiempos de desaforada depredación, además de tan «raros», en todos los sentidos. Como se ve por los comentarios, la situación es mucho más común de lo que cabría esperar. También en mi caso podría referir algún episodio con ciertas semejanzas.Tal como lo relatas, me quedo con una conclusión no sé si alentadora pero al menos "resistente": hay gente que en la vida puede ser derrotada, incluso repetidas veces, pero nunca vencida. Tal vez sólo sea "una frase", pero me parece que puede servir para nombrar una diferencia importante. Bicos... xa, ay, casi do Nadal!

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    1. Alfredo:

      Pues sí, son muy pocos los que están totalmente a salvo de ese tipo de 'reveses'... y creo que a muchos, entre los que me gusta contarme, no nos gustaría demasiado pertenecer a esa casta de 'depredadores'... Y también estoy de acuerdo en esa frase, ciertamente afortunada, de que nos pueden derrotar muchas veces y nunca vencernos. Todo un alivio.

      E bicos tamén para ti. Moitos!

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  12. Me sumo a los agradecimientos por haber rescatado este relato que nos lleva a reflexionar sobre lo que somos y lo que fuimos. Hay que escribir muy bien para contar y hacer sentir tantas cosas en un relato. Un abrazo

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    1. Reflexionar lo que somos... que casi siempre acostumbra a ser resultado de lo que fuímos... es bueno y muy sano!. Me alegra que te gustase mi relato 'recuperado' Fernando.

      Un abrazo y muchas gracias por venir y por tus palabras :)

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  13. Crystal, vivimos en un mundo despiadado... Ayyyy

    Uno quisiera pensar que todo esto es un mal sueño...

    Un abrazo fuerte

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    1. Ojalá sea un mal sueño, Antiqva. Ojalá!!

      Otro abrazo para ti :)

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  14. El escritor Eduard Márquez, amigo y compañero durante varios cursos, publicó en el año 2011 una breve pero intensa novela, titulada "El último día antes de mañana" (Alianza, Editorial) en el que aborda, entre otros, el tema central de tu entrada..

    El protagonista de la noveala se encuentra a un antiguo amigo, compañero de la universidad, en la Puerta del Ángel pidiendo limosna... Conmovedor relato. Igual que el tuyo

    Un abrazo, Cristal

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  15. Luis A.:

    No conozco a Márquez ni su obra, pero tu criterio, me vale para tenerlo en cuenta, para próximas lecturas.Por lo demás, ya has visto que el tema es recurrente en muchos comentarios, lo que en mi opinión nos hace mucho más vulnerables de lo que nos pensamos a tales situaciones. Y conviene no olvidarlo ¿verdad?

    Un abrazo y gracias por tu amabilidad.

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  16. Me ha encantado tu relato Cristal,por un momento me veía en una cafetería por la que tengo una especial debilidad y en la que me gusta sentarme los sábados cerca de la cristalera para mientras disfruto de Babelia ver pasar a la gente.
    Seguramente cuando vuelva mientas saboree mi café caliente dirija mi mirada hacia la barra buscando a Marta a la que quizás en estas fechas yo hubiera regalado un cuento de Navidad cob final Feliz.
    Finalmente y aunque no soy muy navideño y seguramente tampoco muy "progre"te deseo Mucha Felicidad para estos días y que la compartas con los seres queridos.

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    1. Yuri:

      Pues que a un lector de tu calibre, le guste mi relato, es todo un halago, ya lo creo. Y aunque tampoco yo me encuentro entre los 'fans' de la Navidad, no por ello dejaré de desearte muy felices días, ahora y siempre a ti y a los tuyos.

      Y que sigas disfrutando de Babelia, mientras observas tras la cristalera de ese rincón que tanto te gusta.

      Un abrazo, Yuri, Uno grande.

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