jueves, 18 de febrero de 2010

Misticismo Cuántico


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Hace más o menos un par de semanas me hice con un libro que está en la línea de la frase del título. Si consultáis cualquier enciclopedia, os dirá que se conoce por Misticismo Cuántico a la creencia pseudocientífica de que las leyes de la mecánica cuántica, incorporan ideas místicas similares a las mantenidas por ciertas tradiciones filosóficas o religiosas, sobre todo las orientales y también las de la New Age. De ello se ha derivado una especie de cisma científico, en donde unos acusan a otros de “charlatanes” y los otros a los unos, de “cerrazón inexplicable” y de no querer reconocer lo evidente.

Lo que se dirime en definitiva en esas controversias es la inter-relación entre el Hombre y el Cosmos y viceversa, o lo que es lo mismo entre el Misticismo y la Física. Lo único cierto es que a lo largo del tiempo tanto los filósofos como los científicos se han interrogado sobre las grandes cuestiones que atañen a ambas ciencias de forma casi idéntica. Y es que al final, un científico o un filósofo, no dejan de ser ese niño que se sigue preguntando con la curiosidad característica de la primera edad, sobre el funcionamiento y las consecuencias de lo obvio. Cuestiones que el resto de los mortales nos limitamos a aceptar, sin planteárnoslas ontológicamente.
Es decir, Hermes Trismegisto, Zoroastro, Buda o Jung, se cuestionaron el mundo en los mismos términos que lo hicieron, Schröndinger, Heissenberg, Pauli o Bohr… (todos ellos laureados con el nobel de Física) y curiosa y sorprendentemente a pesar de la diferencia de sus métodos de análisis, incluso de los medios a su disposición concluyeron sus observaciones de forma muy similar en muchos casos. Así se le atribuye a Hermes Trismegisto (contemporáneo del Abraham bíblico) el famoso “tal como es arriba es abajo” que vino a comprobarse no hace tanto, en las estructuras últimas y disposiciones de los sistemas atómicos. Justo como están dispuestas las Galaxias en el macrocosmos, lo están las ínfimas estructuras del átomo en el microcosmos. Aún así, hay entre los científicos esa corriente que mencionaba más arriba y que dice que el Misticismo Cuántico es tan solo una desviación anómala de la Física a la que dan pábulo y alas cuatro charlatanes mal informados.
Esos supuestos puntos en común o coincidencias entre místicos y científicos siempre tienen que ver con que tanto para unos como para otros, el pensamiento consciente, o mente, se percibe como algo separado que existe aparte de las leyes físicas. Es decir lo mental y lo físico no serían la misma cosa. ¿Alma?
Y esto sucedería en última instancia por que la Mecánica Cuántica necesita ser “interpretada” por un observador. Y el resultado de la descripción de cualquier estado físico de un sistema de partículas observado vendría determinado, siempre en términos de probabilidad, por la evolución temporal o el intervalo entre dos medidas. Muy a grosso modo.
Bien, pues el autor de mi libro (Mente y Materia) el Doctor Fred Alan Wolf, es uno de estos científicos que conciben la Física de partículas como una nueva alquimia de la ciencia y el espíritu y que relaciona estos fenómenos que he intentado describiros, con más o menos fortuna, con la conciencia. Para mi gusto excesivamente mediático, pero no se le pueden negar ni su doctorado en Física, ni sus premios como divulgador científico, ni su currículum como profesor en las Universidades de Londres, Berlín, París, Jerusalén y San Diego. De todo el libro que recomiendo por su sencillez de comprensión a quien esté interesado en el tema, he seleccionado una sola página pero que creo que es significativa para el tema de conciencia y ciencia. Dice así:
“INFORMACION DEL FUTURO
Parece que todos sabemos lo que queremos decir cuando decimos que ha ocurrido un suceso. Queremos decir que ha pasado algo. También queremos decir, aunque normalmente no lo digamos, que alguien ha observado el suceso. Damos por supuesto que los sucesos “podrían” haber sucedido aunque no hubiera nadie para observarlos. Al fin y al cabo ese árbol proverbial que nos encontramos caído en el bosque “debió” de hacer un gran ruido y estrépito al chocar con el suelo en su desplome grandioso. Los sucesos tales como la producción de ondas sonoras, deben tener lugar, con independencia de la presencia o ausencia de seres dotados de oídos o de otros órganos capaces de percibir esos sucesos. ¿No es así?
Este punto de vista es muy natural, y se llama “objetivismo”. Esta filosofía afirma que toda la realidad surge de manera objetiva, externa, independiente de la mente. El conocimiento de esta realidad procede de objetos y eventos observados con base fiable, de las cosas que suceden a esos objetos. Pero supongamos que la ciencia demostrara que el objetivismo es erróneo. ¿Qué pasaría? Eso significaría que toda la realidad no es objetiva; que la realidad tiene que tener una cualidad subjetiva (lo que llamamos mente), y que la mente tiene que afectar y, quizá incluso, cambiar lo que percibimos que está objetivamente “allí fuera”. En resumen significaría que no existe un “allí fuera” absoluto, a no ser que exista una mente “aquí dentro” que lo perciba.
Por tanto la percepción de un suceso puede tener un efecto precipitador, provocando el suceso mismo y otorgando al suceso sus diversas cualidades observables, entre ellas las características biológicas que se ven en las formas de vida. Aunque este punto de vista pueda parecer extraño conceptualmente, los descubrimientos de la Física Cuántica le han dado realidad. Estos descubrimientos muestran de manera precisa, como los sucesos mismos, las cosas que pasan en el espacio y en el tiempo, están afectados por los actos que realizan los observadores. Ya diré algo más sobre la distribución temporal de estos actos en el capítulo siguiente; permitidme ahora que indique aquí uno de estos resultados, llamado EFECTO ZENON*
Supongamos que dos sistemas elementales idénticos (átomos o moléculas) que están sometidos a nuestro control se les permite evolucionar en el tiempo de dos maneras diferentes: uno de los sistemas se observa constantemente a lo largo del tiempo, el otro sólo se observa al principio y al final de su evolución. Por último se comparan entre sí los dos sistemas que eran de construcción idéntica. Lo que descubrimos es que han acabado muy diferentes, debido exclusivamente al número y la frecuencia de las observaciones. El Efecto Zenón muestra que el observador, por el mero hecho de elegir qué, cuándo y con cuánta frecuencia tiene lugar la observación, determina una historia del objeto que evoluciona. Por ejemplo, un átomo que está dispuesto a irradiar energía, se puede congelar con sólo observarlo repetidamente de modo que no llega nunca a emitir su energía, cosa que haría normalmente al cabo de pocos microsegundos si solo se observase al principio y al final de su vida radiante.”
Dejo a vuestra imaginación y elección lo que queráis inferir de estas sorprendentes afirmaciones.
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*Efecto Zenón: es la ralentización de la dinámica de un sistema cuando es observado, de forma que cuando la observación es suficientemente precisa la evolución se detiene por completo. Como cuando observáis el agua, que parece que no acaba de hervir nunca.

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