lunes, 21 de septiembre de 2009

Fugacidad...







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Entra en la azotea oyendo el sonido de las sábanas ondeando con fuerza. Un vendaval húmedo de levante las hostiga haciéndolas restallar. El latigazo del viento le enmaraña el pelo delante de los ojos, dificultando la retirada de la colada. Cuando termina se aparta las greñas hacia atrás en un gesto maquinal, mientras apoya el barreño rebosante de ropa en la amplia balaustrada.

Siempre que sube hasta ahí le gusta hacer una pausa en sus quehaceres para  quedarse un rato disfrutando del cielo y del paisaje. Ya se perciben los días  claramente más cortos y el sol, ya muy bajo, promete un crepúsculo esplendoroso... su paleta de luz sesgada comienza a pintar de rosa el horizonte y las nubes, presurosas, corren veloces empujadas por el céfiro.

¿Adónde irán?.

Es ese momento en que el verano, ya agotado y cansado, comienza a coquetear con el Otoño. Mira hacia la alameda con su arboleda espesa aún espléndida y piensa que en breve ejecutará su anual sinfonía de dorados, colmando sus caminos y veredas tan bien dispuestos, de la hojarasca sobre la que tanto placer le da siempre caminar. Es un poco como volver a ser niño… ¡pero que lejos queda eso!

-¿Mamá?

-Sí…

-Ah! Estabas aquí.

-Es que necesito, bla bla bla...

-Bien, vamos pues…

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domingo, 13 de septiembre de 2009

De lo inesperado













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No hace mucho, en la soledad de una de mis noches de insomnio, me abstraje sin un motivo concreto que recuerde ahora mismo, en pensar que la vida es como un hilo conductor que nos trae y nos lleva un poco a su antojo. Donde en cada cambio de ciclo se hace un nudo en ese hilo, que no nos deja volver atrás, lo que provoca al mismo tiempo, que nos sintamos obligados a caminar hacia adelante. Incluso a la fuerza o muy a pesar nuestro.

Cuesta alejarse de lo conocido, aún de lo malo y mucho más de la comodidad o supuesta felicidad en la que hayamos podido creer que estamos instalados.Porque los cambios, según como se presenten, se viven de forma muy distinta. No es lo mismo que nos empujen, que partir de motu propio. Lo que algunos viven como una oportunidad, otros pueden hacerlo como un fracaso en toda regla.

Mientras mis pensamientos se desgranaban como al azar, pronto pasé a plantearme lo que  considero las auténticas mutaciones. Me refiero a esas transformaciones casi espontáneas totalmente inesperadas,
para nada buscadas, que se presentan de pronto en medio de períodos de paz total, sin explicación ni motivo plausible alguno, que arrasan con todo lo anterior de forma insólita e inexplicable. Aunque nos resistamos.

Un nudo mental, o más bien un azar-causal, eso que ¡tan bien ¡ describe Jung y que muchos nombran como casualidad, que nos hace cambiar por completo la idea que tenemos sobre lo que deseamos que sea nuestra vida a partir de ahí. Es, casi, como estrenar un nuevo yo, aunque no se renuncie a lo aprendido, a lo asimilado a lo largo de nuestra existencia. Diríamos que viene a ser como un punto de inflexión que tuerce todo lo que creíamos plano y bien situado. Sorpresivo y turbador a un tiempo.

Hasta que punto este desconcierto inicial puede hacer perder la serenidad, del sujeto a los cambios, dependerá del carácter de cada uno, de la resiliencia que hayamos sido capaces de desarrollar a lo largo de nuestra vida.

Así pues, para viajar de nuevo de la perplejidad y el desconcierto al aplomo de la serenidad, creo que cuanto más haya racheado a nuestro alrededor y en nuestro interior y a cuantas más transformaciones nos hayamos enfrentado, más versatilidad y entereza poseeremos para enfrentarnos y aceptar lo nuevo que viene. Aún lo inesperado.
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