Imagen de La mirada de cristal
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Lento, como el tiempo en el espejo, palidece el sol en la
ventana.Todo se borra tras los párpados...
Abandonado a una luna temprana y complaciente, resplandece el mar... navega/mos hacia la larga
oscuridad. Silencioso periplo a destino, en la misma extraña soledad de la llegada.
Igual o heterogéneo, menudea el camino. Hoy dispar, quien
sabe porqué…
“No te afanes, alma mía, por una vida inmortal, pero agota
el ámbito de lo posible…
(Píndaro) En el Mito de Sísifo .
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No hace mucho, conversaba con una amiga sobre un tercero,
del que ambas tenemos fundadas sospechas de que quizás tenga intención de
“desaparecer” de una forma definitiva a no tardar. Pues bien, finalizada la charla, el tema de la misma me
dejó pensando largo rato. Porque con mayor o menor intensidad, incluso con determinada
frecuencia… es algo que alguna vez, todos, nos hemos planteado, aunque sólo haya
sido como auto-especulación emocional en soledad o en una sencilla pero “a profundis” conversación
de café con alguien de confianza. Añadiré también, que al igual que ese tercer
amigo, ambas creemos firmemente en la
legitimidad absoluta de tan denostado recurso. Denostado, socialmente hablando,
claro.
Y más allá de motivos o porqués de cómo se llega a esa disposición del ánimo… que me abstendré de calificar de forma alguna, ya que el
adjetivo que lo haría, variará en un amplio arco, desde la tristeza a la
liberación según el momento existencial en que nos hallemos y sobretodo de las creencias
y valores de cada uno...
Lo primero que me he preguntado es:
¿Dónde está la
diferencia entre intención y determinación? Quizás en algún punto de la frágil
línea existente entre el pensamiento del
presente y lo que más tarde, en esta entelequia de tiempo que nos posee o nos
¿aprisiona?… será el hecho pasado. Pero eso será así,
sólo si el “acto” sucede… si en verdad esa intención última de nuestro
pensamiento primigenio, pasa de la determinación a la ejecución activa. Porque
incluso escogiéndolo, la logística de abandonar esta dimensión de manera
intencionada no parece especialmente fácil, por muchas y diversas causas.
Si la sociedad como tal, no hubiese creado mecanismos de control y desprestigio contra
esta práctica, que no es tan antinatural
como intentan hacernos creer, probablemente la muerte, que es tan sólo el colofón de la vida como la
“percibimos”... sería un tránsito importante sin duda, pero mucho más
despojado de tabúes y temores de lo que es, que
viviríamos con mucha más paz y naturalidad. Sobre todo, sin ese pánico
cerval, sin esa rabia gratuita e
improductiva, que tantas veces se detecta en los que se van… Como muestra de todo lo contrario, no hay más
que observar la serenidad y dignidad con que se enfrentan a tal trance otras especies, mal
consideradas inferiores. E ilustraré lo que digo con una anécdota
personal. Hace un tiempo, uno de mis
animales domésticos, de avanzada edad, sencillamente dejó de alimentarse. Y a
pesar de mi en principio insistencia…
para que lo hiciese, os juro que hubo un momento en el que de alguna forma,
supo como hacerme saber su intención y
su deseo de marcharse… y aunque pesarosa por lo que sabía se avecinaba… cesé en mi “encarnizamiento alimenticio”… lo
que provocó que dejase de huirme en cuanto me veía y nos permitió a ambas (era
una gata) acompañarnos tranquilamente, hasta que llegó su momento.
Y es que vivir “a toda costa” a pesar de lo que sea… haciendo
valer algo tan incierto como la
“esperanza”, como único asidero o leit motiv, no me parece lo más acertado.
Pero cada uno… tiene afortunadamente la
facultad de escoger lo que desea. Y diferencio aquí entre lo que se “desea” y
lo que se “puede”… ya que no siempre es posible llevar a cabo ese deseo, sea por imposibilidad física, como en el famoso
caso Sampedro, o emocional… causar dolor
a otros, puede ser también un elemento
paralizador, para llevar a cabo ese acto
que muchos consideran “liberador”. Aunque pienso que en este último supuesto es
tan sólo una detención temporal… porque creo que hay impulsos humanos, como el
de nacer o morir que nos resultan incontrolables. Son ellos los que nos dominan
y no al revés. No quiero obviar la
cuestión de la valentía, objeto de tantas suspicacias en este caso, sobre la
que diré, que tan bizarro me parece el que decide enfrentar “lo que sea” en
esta dimensión, como el que determina el momento para mirar a la muerte cara a
cara y no esperar pacientemente a que la parca se pase a “recogerlo”. Eso sí, morir día a día o saltar sin red… ambas cosas conducen al mismo lugar...
Está asimismo la cuestión del que en el último instante no
se ve capaz de afrontar ese cáliz… porque ir hacia lo desconocido de forma “definitiva”,
puede ser para algunos, inspirador de gran temor y de “virgencita que me quede como estoy…”
aunque sea en estado de piltrafa… Excluyo
de todos los supuestos… a los “boquillas”, que ya llevan lo suyo de per se. Nada hay más ridículo que un suicida
ficticio, que no frustrado… Pero ojo!
Porque según las estadísticas, más del 90% de los suicidas efectivos, lo han anunciado en uno u otro momento. Es
decir, no todos los que manifiestan que lo harán lo llevan a cabo pero sí, que
ese abrumador 90% de los que lo hacen…
lo han advertido en alguna ocasión.
Son muchos más, incontables…
los sesgos a tener en cuenta en tal situación, pero no se trata aquí de
hacer un análisis vano y presuntuoso por mi parte de lo que Camús, Wilde o
Dostoievski, nada menos… o el
paradigmático y admirablemente consecuente
en este asunto, porque predicó
con el ejemplo… Jean Paul Sartre, consideraban el único asunto realmente
importante de la Filosofía. Esto quiere
ser, sin más, una sencilla reflexión de asimilación.
Hay además algunos matices de esta cuestión que me llaman la atención de forma mucho más
poderosa que otros. Puede que el principal sean los motivos... Porque
no es lo mismo decidir esa partida,
para huir de una cierta desesperación transcendental, sin importar aquí
el análisis de cómo las circunstancias de ese “absurdo existencial” del que
tanto habla la Filosofía desde todos los ámbitos, nos hayan podido abocar a esa
situación, que marchar por falta de dignidad o por rescate del dolor de una
enfermedad terminal… sea esta física o
emocional… Claro, que todos esos motivos, acostumbran a ser la pescadilla que se muerde
la cola. Pero juntos o por separado, en todos los casos citados, la “liberación” como
contrapunto al fracaso vital, sería el factor determinante de esa decisión.
Y ya para terminar,
diré, que tampoco me parece baladí aquí, la cuestión de algo tan aleatorio como
lo que consideramos “suerte”. Entendiendo por ello el
factor de lo que pudo haber sido y no
fue… por esos “azares causales” o
sincrónicos, que todos tenemos o “padecemos”… en nuestras trayectorias vitales. Eso que
muchos nombran como “destino”… Sobre
eso, me remito al texto de T.S. Eliot, que no hace tanto incluía en mi sidebar,
porque me parece de lo más apropiado al respecto y que utilizaré para cerrar lo
que largo está y sólo ha querido ser una humilde e insignificante disquisición
de una profana, que pide perdón por el atrevimiento y la densidad del texto, sobre
uno de los puntos más conflictivos de la vida. La muerte escogida.
Tiempo presente y tiempo
pasado se hallan quizás presentes en el tiempo futuro y el tiempo futuro dentro del tiempo pasado. Si todo el tiempo es eternamente presente todo tiempo es irredimible. Lo que pudo haber sido es mera abstracción quedando como eterna posibilidad solamente en el mundo de la especulación. Lo que pudo haber sido y lo que fue apuntan a un solo fin, que está siempre presente.