Finaliza Noviembre, mientras huyen raudos los últimos
vencejos desahuciados de otoño. Vuelan alto en el horizonte celeste, ajenos a este remolino de hojarasca muerta y desencanto. Una Luna
henchida y mentirosa… vigila su sueño libre de gravedad deslizándose en las suaves
corrientes que van hacia el Sur… Y siento un leve pellizco de envidia.
Reanudo mi “escogido” itinerario terrestre, pensando que es
vano mi lamento. Aparentemente, ellos, no
dimensionan nada, sólo saben el camino. Nada más. Y la reflexión se presenta diáfana:
Imágenes de La mirada de cristal
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”Mi vida es
una indecisión en el tiempo. Una abertura en una cueva. Un espacio en blanco
para una palabra. La vida es muy corta. Esta extensión de mar y arena, este
paseo por la orilla, antes de que la marea cubra todo lo que hemos hecho”
Jeanette Winterson
(La niña del Faro)
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Y de nuevo nos hallamos en el interregno del huidizo
Noviembre. En esta especie de ínterin de un final… donde la luz se fuga veloz
para descansar en la nocturnidad, haciendo que nuestro mar de horas se suceda
de forma vertiginosa. Aunque en el fondo todos sepamos, que el tiempo, es tan
solo el devenir de ese presente perpetuo en el que nos encontramos ¿atrapados?
Pero nunca un día es igual a otro. Cada uno, es el principio
de una historia que a veces nos contamos. Y cuando lo hacemos, lo que era
ordinario o corriente… deja de serlo en
pasado. Nuestra peor época puede sobrevenir, de “trabajo de Sísifo” a pura redención.
Cada crisis, sin por ello evitar el arrepentimiento del error, en su caso… puede
acontecer en epifanía o renacimiento en ese fluido de tiempo que nos concierne. Y
están esos momentos con sabor de eternidad, que sobreviven a cualquier azar, para acompañarnos por siempre a lo largo del
camino, quizás incluso más allá... ¡Quien sabe! Sólo hemos de mirar atrás, con la sabiduría
latente que todos poseemos.
Cada día es inicio e inspiración de un retorno, que nunca es
igual al anterior.
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Dedicado de nuevo, a cuantos os habéis interesado
en saber de ella.
Lo que nunca va a dejar de sorprenderme.
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Cuando Ergivia la despierta pasado el mediodía, al salir al
exterior percibe que el entorno del
crómlech*, ha cambiado de forma considerable. En pocas horas, el lugar,
ha pasado de la exquisita soledad de la
llegada, a convertirse en un hervidero de druidas y gentes de todas clases y
pelajes. Acuden en busca de cura o consuelo para sus males.
La costumbre, dicta que en esos días previos a la ceremonia,
hasta el atardecer, los magos más poderosos y solicitados atenderán a todo
aquel que se les acerque en busca de ayuda. Por supuesto, a cambio de nada, tal como dicta
la ley. Una ley, que en presencia de Mael y Tangi, bardos y druidas observan de forma aún más escrupulosa.
Pero todo el mundo, sin tener en cuenta clases ni procedencia, debe aguardar
pacientemente su turno. Sólo los que están en un estado muy precario, pueden
avanzar sin la correspondiente espera. El
sabio, ha dispuesto asimismo, una pequeña, al tiempo que discreta intendencia
funeraria, en los alrededores cercanos, para los casos irremediables o
inesperados. Los enfermos en general y los desahuciados en particular, no
acostumbran a soportar demasiado bien los largos e inciertos viajes, lo que
hace imprescindible contar con esos servicios. De hecho, los túmulos,
dependiendo de los enfrentamientos que haya habido, así como de otros muchos factores,
van en aumento todos los años.
El hada, le señala con la mirada la cola más larga, tras la
que se halla el Mago. Comprende de inmediato que debe dirigirse hacia allí para
ponerse a sus órdenes. Y mientras espera
a que termine su última consulta para irrumpir en el pequeño espacio destinado
al efecto, repasa la extensa fila, evaluando
a los enfermos que deben pasar sin demora. En ese breve trayecto, se percata no sin
sorpresa, de cómo le abren paso con deferencia y respeto, todos cuantos se la
cruzan en su camino. Al entrar, se da cuenta al primer vistazo de lo mayor que
está su protector. Sus macilentas ojeras de insomne junto a una cierta pérdida de majestuosidad
en su postura habitual, transparentan su
profunda fatiga. Pero sólo un ojo experto como el suyo o el de Ergivia,
son capaces de detectar algo así. El
resto del mundo, sigue viendo a Mael, el poderoso e incombustible Señor de los Sauces, con los que es capaz de aliviar
los dolores más extremos.
En su sonrisa de bienvenida hay una muda interrogación
del porqué de su tardanza en
presentarse, a lo que ella responde con un escueto.
-Me dormí. Pero ya estoy aquí.
-Una chispa de ironía asoma en los ojos del Mago cuando le
responde-
- Claro, a alguna hora hay que dormir- Así pues,
estarás fresca como una hija del viento para las imposiciones de manos y las
lecturas de runas. Hoy, ya me incomodan...
Érin, asiente con el gesto y haciendo gala de esa
comunicación no verbal que se produce entre ellos desde el mismo momento en que
se vieron, se dirige al pequeño cofre de los tónicos y elixires, para mezclar con
mano sabia varios líquidos en un recipiente, que después ofrece a su Maestro,
que lo vacía de un trago sin comentario alguno.
Esa noche, a pesar del cansancio, se reúnen en un
improvisado aunque confortable refectorio, con el clan de Tangi, donde les
sirven una frugal y reparadora cena. Los últimos detalles de la ceremonia de Samhain, deben pulirse. Sólo faltan
tres días, para que la luna alcance su cenit. Los tres jóvenes aprovechan a
fondo esos momentos, para estar juntos
de nuevo. Érin, conoce así, por boca de sus amigos el papel que ambos tendrán
en la ceremonia. Quillan, supervisado por Ergivia, deberá acompañarla para
controlar desde primera hora de forma exhaustiva,
los efectos de las distintas drogas que ella habrá de ingerir para llevar a
buen término su cometido. Por su parte
Brian, al igual que el resto de bardos
que acudirán al ritual, ya está preparando sus finas láminas de bronce y sus
punzones. Con ellos, escribirán cuanto Mórrigan tenga a bien hablar o anunciar a
través de la joven. Asistirán hablantes de todo tipo de gaélico e incluso de otras
lenguas, ya que nunca se sabe en que idioma escogerán mostrarse los espíritus. La norma al respecto,
indica que los vates designados al efecto, deben tomar nota escrita, utilizando el Ogam de
signos, de todo cuanto diga la médium, para comparar versiones. Con las que elaborarán más
tarde una glosa única y definitiva. Una exégesis, que todos ellos, estarán obligados a memorizar, al mismo tiempo que deberán de destruir todo
lo escrito. Es la regla, desde hace miles de años. Un cometido, según le
explica Quillan, en el que Brian, a
pesar de su juventud, tendrá un papel destacado.
Érin, inquiere a Quillan por el tipo de bebedizos que deberá
proporcionarle, pero su amigo no puede permitirse hablar sobre ese tema. Aún
así, la tranquiliza diciéndole que todo cuanto ella tomará, sólido o líquido…
ha sido probado y contrastado antes, tanto por Tangi como por él mismo. Sólo
debe temer a sus nervios, que podrían conducirla a un improbable “mal viaje”,
para lo que también están preparados. Ergivia, que ha pasado por ese mismo trance en innumerables ocasiones, interviene entonces en la
conversación, para apuntar, que nada debe
temer de los elixires de la sabiduría y la clarividencia, porque las dosis
estarán perfectamente ajustadas a su persona.
… // ...
El día esperado, comienza en medio de una espesa bruma que
difumina los contornos más cercanos, dándole un aire de vaga extrañeza al
ambiente. Pero pasada la mañana, un gélido viento del Norte limpia el horizonte,
helando los restos de niebla, que pasan a convertirse en cristales en suspensión alrededor del apogeo
lunar. Un sol un tanto mortecino que ya
comienza a tamizarse en oblicuo entre los espesos bosques que rodean la
planicie del santuario, convierte ese fenómeno atmosférico en un impresionante
halo iridiscente. Ante tal maravilla, de
inmediato comienza a circular entre las tribus, el rumor de que el prodigio, se
debe a la presencia de la nueva bruja. Lo que complace a Mael de forma
especial, porque confirma su buen hacer al escoger a su pupila para el
cometido. Todo hace presagiar un nuevo éxito.
Para ese momento, Érin, lleva 24 horas en ascetismo profundo,
preparándose para ingerir los diferentes bebedizos e ingredientes que el
concienzudo Tangi, ha preparado especialmente
para la ocasión. Cuando por fin Quillan, comienza a administrárselos,
pasa por diferentes fases de sopor y estados de semi-lucidez, en los que se
plantea de cuantas realidades puede tener conciencia. En algunos instantes, siente
la mano de su amigo en su garganta y en su frente, controlando su circulación y
su temperatura que va subiendo sin cesar. Son los momentos en que la
escopolamina de la mandrágora, va invadiendo su torrente sanguíneo. Lo que
provoca que su censura natural vaya desapareciendo poco a poco. La droga
también le produce risas, alucinaciones y excita sus sentidos, llevándola al
extremo de coger la mano de Quillan para
intentar atraerlo hacia ella, pero el Druida, se la sustrae sin vacilación de
ninguna clase. Uno de sus cometidos, es precisamente guardarla de ella misma
bajo los efectos de esos narcóticos alucinógenos y supresores de todo tipo de
reparos. Sabe además, que a la mínima sospecha de Ergivia, la larga y poderosa mano de
Mael caería sobre él. Implacable. Los hiperbóreos, no dudarían ni medio segundo
en ejecutarlo a una sola mirada de su amo. Nadie, ni la misma Érin, podría
hacer nada por él. Y así pasan lentas y complicadas… esas horas previas a la
ceremonia, en la tienda de la
hechicera Ergivia, que cumple a
la perfección, como de costumbre, las órdenes de su colega. La
sibila, es también la encargada de preparar el atrezzo de la joven, que ha de resultar a un tiempo, impactante y sencillo. Porque aunque en
la rueda del destino, todo esté escrito… nada, debe quedar al albur de un azar no
buscado.
Finaliza la corta tarde, cuando las gentes de la diaspórica Nación Celta,
controladas por los diferentes clanes de druidas, van invadiendo en la forma estipulada por Mael, los espacios destinados a tal fin.
La consagración de las cosechas y los sacrificios, están a
punto de comenzar, cuando la pequeña Érin, nota como la consecuencia indeseada de las drogas comienza a ceder,
dando paso a los efectos buscados por Tangi, lo que tranquiliza al joven druida de inmediato. Es en ese breve espacio de tiempo, cuando la joven es capaz de poner en práctica
las enseñanzas de su antecesora Ergivia, que la conmina a invocar a Mórrigan. Pronto siente que el tiempo no la concierne y ya no es su prisionera. Su cuerpo espiritual, puede viajar a
cualquier época o lugar con total autonomía. Sus pupilas comienzan a contraerse
y los contornos a definirse sin dificultad. La sensación es de vuelo en
libertad suprema. Total. Sólo queda un cierto regusto amargo de hiedra y
muérdago en su boca. Y mucha sed, pero sabe que no debe ingerir ni una gota de
líquido hasta terminar el conjuro y la profecía. Es entonces, cuando a petición
del hada, Quillan abandona la tienda.
Sin prisa pero sin pausa, Ergivia procede a la preparación del impacto visual de la hechicera que
se va consagrar ese día. Decide dejar sus eléctricos ojos, que destellan bajo
los efectos de las drogas a la vista. Lo que consigue con rapidez, en la filigrana que ejecuta hábilmente en infinidad
de finas y apretadas trenzas en la parte anterior de su cabeza. Un poco en
efecto “Medusa”, dejando el resto del pelo en cascada . Ella se deja hacer, mientras sigue concentrada en sus
invocaciones. Cuando el tocado finaliza, viste rápida su nívea túnica de oficiante
y señala el único torque que desea llevar al cuello. Dos perfectas esmeraldas
dan vida a los ojos de la serpiente de la sabiduría, que su familia de sangre
le ha traído para la ocasión, desde las
lejanas Tierras Altas. Finalmente, a pesar de la insistencia de Ergivia, el
intenso calor que siente, le hace rechazar las sandalias. Así que acudirá a esa
cita que marcará un antes y un después en su camino, en total teluridad…*
Cuando abandonan la tienda, escoltadas por dos escogidos gigantes tuertos, hasta ellas, llegan claros
los rumores de la multitud, mezclados
con los cánticos del resto de celebrantes. Y con la piel arrebolada por los
efectos del último elixir, totalmente inmersa en su papel, Érin es conducida
ante su mentor, que la espera ante la alumínica piedra de los sacrificios.
El Druida, pone un cuidado exquisito al abrir los brazos
para recibirla. El objetivo es que la gran capa que se abre al mismo tiempo que
sus extremidades, oculte a sus ojos ese altar mancillado con la sangre y las
vísceras del último animal sacrificado. La conduce, haciéndola avanzar unos
pasos, hasta que esa visión queda a sus
espaldas. Nada debe perturbar la sensibilidad extrema en la que se halla la
joven. Hay también una clara intención de colocarla en las cercanías de las
jefaturas de los clanes y los guerreros más significativos e importantes.
Todos, pero especialmente ellos, deben oír y ver con claridad meridiana lo que
suceda. También los bardos toman posiciones y se colocan con sorprendente celeridad,
en medio de un mágico silencio… justo detrás
de Érin. Brian, a pesar de su concentración, no puede evitar pensar, que esa
bruja, aunque bellísima, nada tiene que ver con la dulce muchacha que él
conoce. Pero sin tiempo para más observaciones, se dispone a cumplir de forma rigurosa con
su cometido.
Érin, observa en aparente calma, el dintel del Gran
Trilithon* por donde debe esperar al primer rayo de luna, que marcará el comienzo de su conjuro, y el nuevo año
lunar de los pueblos ahí reunidos. No
falta nadie, Córnicos, Scotos, Maneses,
Bretones, Pictos, Galos, Brigantes, Luggones, Galeses o Irlandeses y otros muchos... sean
descendientes de Fintanes, Fomorianos,
Milésicos, o Tuathas del pueblo de Nemed, todos esperan inquietos e impacientes
la invocación de la hechicera y sus
profecías. Pero la menuda Érin, sigue inmóvil en absoluto silencio. Totalmente mediúmnica e invadida, en su expresión, alumbra una torva sonrisa, que hiela
la sangre en las venas de Quillan… También a él, le cuesta reconocer en
esa bruja de perverso semblante a su
entrañable amiga. En las primeras filas, aún los más curtidos y fieros
guerreros evitan mirarla directamente. Sus ojos, desprenden
destellos de una potestad que no es de este mundo. Ella siente con evidente agrado su poder y el temor que despierta en esa muchedumbre. Está disfrutando de la posesión y de su
lado más oscuro.
Para cuando ese primer rayo de luna, entra por el dintel
esperado y ella levanta los brazos iniciando así el Sidh* con su conjuro, en los círculos, reina
un omnímodo silencio. Sólo se escucha el ulular del viento entre los árboles y
el crepitar de las hogueras que junto al chisporroteo de los miles de
antorchas que iluminan el Santuario,
hacen de banda sonora a la voz extrañamente grave de una ex-muda, que retumba
alta y clara en esa llanura rodeada de bosques de robles. Al terminar la invocación, que Mael siempre confecciona
breve, para que la masa no pierda el interés, el vórtice de energía inducido por los druidas entre la
bruja y los asistentes totalmente entregados en ese nemeton ya se ha producido. El velo que separa el mundo de los vivos del de los espíritus ha sido levantado.
Y Mórrigan, la arcana y cruel diosa de los
fantasmas, habla entonces a través de la
bruja. Nada bueno ha venido a anunciar en sus siempre crípticos augurios, que
ella no recordará hasta que no los oiga de boca del bardo. Érin, da cuenta y razón, de toda suerte de azares y miserias que están a punto
de presentarse provenientes del continente. Nuevas invasiones, que pronto constarán el Leabhar Ghabhála*, atraerán la
guerra, la hambruna, la enfermedad y la muerte para muchos de los presentes. Sólo un escogido reducto
se salvará de esa nueva diáspora, para ser la semilla de un nuevo amanecer de
los pueblos. Lo que no deja de coincidir, con los datos de algunos de los clanes, mejor informados. También con los del Mael.
*cromlech= monumento megalítico formado por piedras o menhires clavados en el suelo.
*teluridad= aunque el término es de dudosa corrección en
castellano estricto, sí se admite en otras variantes de español. Una riqueza idiomática,
que me encanta aprovechar.
*Gran Trilithon= consta
de dos piedras de pie, con un travesaño encima de ellas. Los trilitos se
clasifican en altura, aumentando la misma, en la medida que se alejan de la
entrada al círculo. La más corta es de 6,1 metros de altura y el más alto, llamado Gran Trilithon por su tamaño
y posición singularmente central, es de 7,3 metros de altura. Y por ese dintel,
entran en los solsticios o equinoccios, los diferentes rayos de sol o luna, que
marcan el cambio de estación
*Sidh= montículos mágicos donde se levanta el velo de los
mundos, para comenzar la comunicación con los espíritus ancestrales.
*Leabhar Ghabhála=Antiquísimo, sorprendente e
interesantísimo “Libro de las Invasiones” que recoge multitud de leyendas que
tienen conexión con todas las culturas, especialmente de la céltica. Desgraciadamente,
muy difícil de encontrar.