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El reverso oscuro campa a sus anchas y la esperanza hace ya, que dormita bajo un sombrío manto de polvo. Justo ahí, donde antes habitaba el alma. Hora tras hora, como llamas en mitad de la corriente, se desvanecen los recuerdos sin atreverse más que a husmear en la herida fresca que aún se rastrea en el ambiente…
Un enigma bajo llave.
Después del inventario, un único reparto de remotas fotografías, deciden que todo lo demás sea pasto de resolución ajena. Saben que no deben vaciarla… el lugar y su “genius loci” no desean ceder su misterio. Nunca.
Sólo queda permanecer tras el cristal de esa madrugada con los ojos vacuos observando el jardín lleno de matojos, las hiedras asfixiando los vetustos muros y el columpio oxidado donde descubrieron a Baudelaire bajo la luna llena. Con la vaga sensación de estar soñando...
Un sosegado aroma de glicinias viaja hasta ellas desde el asolado cenador y por un momento, vuelven a escuchar sus risas infantiles junto al sonido de sus pasos hollando la grava recién rastrillada, tras el seto bien recortado.
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