Imagen de la mirada de cristal
____________________________
Dedicado a un señor de Boston
_________________________
Hablar de la fragilidad del pasado y su
recuerdo, es una de esas verdades de Perogrullo por lo obvio que resulta. Aparentemente, cualquier motivo por fútil o
intrascendente que nos parezca, como una música, una conversación trivial, un
determinado aroma, un encuentro fortuito, etc… puede devolvernos a él de forma
palpable e inequívoca.
Pero, tengo para mí,
que el paso inexorable de sucesos que conlleva esta entelequia en la que
vivimos inmersos y que nombramos como tiempo, nos hace alterar a voluntad
propia esas evocaciones. Y aunque algunas se mantienen incólumes a lo largo de
los años, otras se transforman poco a poco, al igual que la mayoría de
nosotros.
Podría decirse que cuanto más lejanas o intensas… más cambia
la sensación que ahora nos producen, hasta tal punto que en algunos casos, nos
cuesta reconocernos en ellas. No hablo de la forma secuencial o material de las
vivencias, porque lo que pasó, pasó! y eso es inmodificable en la memoria. Salvo
patologías, claro. Pero no así, el ‘sabor’ y la multitud de matices que en su
día nos dejaron, para bien o para mal...
-------------------------------------