viernes, 11 de abril de 2014

Rendijas de la memoria

Imagen de la mirada de cristal
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Dedicado a un señor de Boston
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Hablar de la fragilidad del pasado y su recuerdo, es una de esas verdades de Perogrullo por lo obvio que resulta.  Aparentemente, cualquier motivo por fútil o intrascendente que nos parezca, como una música, una conversación trivial, un determinado aroma, un encuentro fortuito, etc… puede devolvernos a él de forma palpable e inequívoca.

Pero, tengo para mí,  que el paso inexorable de sucesos que conlleva esta entelequia en la que vivimos inmersos y que nombramos como tiempo, nos hace alterar a voluntad propia esas evocaciones. Y aunque algunas se mantienen incólumes a lo largo de los años, otras se transforman poco a poco, al igual que la mayoría de nosotros.

Podría decirse que cuanto más lejanas o intensas… más cambia la sensación que ahora nos producen, hasta tal punto que en algunos casos, nos cuesta reconocernos en ellas. No hablo de la forma secuencial o material de las vivencias, porque lo que pasó, pasó! y eso es inmodificable en la memoria. Salvo patologías, claro. Pero no así, el ‘sabor’ y la multitud de matices que en su día nos dejaron, para bien o para mal...

Como cuando miramos esas viejas fotografías, que todos conservamos y que siempre salen por algún rincón.
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