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Hace unos días me visitó la viuda de mi buen amigo Pep a la que no había vuelto a ver desde el día del funeral. Por fin, con tiempo para hablar nos pusimos a ello. Y lógicamente la conversación versó en gran parte sobre él, pero especialmente sobre su nueva vida. Escuché atenta lo que me explicó y me sorprendieron varias cosas de las que dijo.
Laura, ha sido y es, una persona inquieta y abierta a todo tipo de actividades. Entre los amigos, siempre hemos tenido una broma particular que consiste en decirle: tú, estás fuera de todo peligro de que la casa se te derrumbe encima…
Sé, que las pérdidas necesitan un duelo y que cada persona tiene un “tempo” y una forma distinta para adaptarse a las nuevas situaciones que lo provocan. Pero no sé porqué di por sentado que el de ella iba ser más corto, porque la sé fuerte y por toda esa actividad que acostumbra a desarrollar. Supuse además, que la habría aumentado para paliar, en tiempo, tan terrible falta. Ocupar el tiempo en cosas útiles es una buena medida casi siempre. Pensé que eso la estaría ayudando a “superar” con más presteza la situación de inevitable desmorone que acostumbra a acompañar a este tipo de sucesos. Una de sus frases preferidas siempre ha sido que odia las rutinas y que tiene la necesidad perentoria de huir de cualquier comportamiento que se acerque a ellas…
Y sin embargo, me sorprendió y me conmovió, oírle decir que aunque no todas, había abandonado buena parte de sus actividades para sumergirse en recordar las “rutinas” cotidianas que tenía con Pep. Que tenía necesidad de ello. A mi demanda de que se explicase algo más, me respondió lo siguiente:
Necesito recordarle todo el tiempo sin interrupciones. Echo de menos todo lo suyo, pero me acuerdo mucho menos, por ejemplo, de los viajes, fiestas y actividades, incluso de los momentos felices o cruciales… que de esos momentos cotidianos en que me lo encontraba en la cocina preparándose algo, o en el baño lavándose los dientes… y le decía ¡tira pallá! o en la cama, cuando me cabreaba porque durmiendo me estiraba la manta y me dejaba a la intemperie. Toda esa cotidianidad, que siempre he pensado que mataba la magia de las relaciones… es precisamente lo que más estoy echando en falta… Hasta tal punto que, a mí, que nunca me ha gustado el blues o el rock ha comenzado a interesarme. Sé, que no debo prolongar demasiado esta situación de lamerme las heridas. Pero ahora mismo “toca”.
Cuando se fue, se me ocurrió pensar que cada pareja, independientemente del tipo de relación que tengan, desarrolla unas rutinas concretas que aunque no sean las mismas que las de mis amigos, no acostumbramos a valorar en absoluto hasta que las perdemos.