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Este jueves pasado, el adelanto imprevisto de un viaje laboral, me impidió asistir a una charla a la que deseaba fervientemente acudir. Aún así, por diferentes medios, he conseguido hacerme con la ideas generales de la misma, a través de las muchas entrevistas que ha concedido el conferenciante a diversos medios. Pero hoy, no quiero hablaros de partículas, ni de materia oscura y similares, aunque esa sea la ocupación principal del personaje del que os estoy hablando. Esa, es una información fácil de encontrar en cualquier buscador. Hoy quiero referirme a su visión lúcida del mundo y de la filosofía. En mi opinión de la buena.
El conferenciante que me perdí, muy a mi pesar, es Simón White, astrofísico e investigador de la materia oscura que dirige el Instituto Max Planck. Os diré, que me ha sorprendido su discurso humanista y cercano a la ontología de a pie. A la que nos atañe a todos los seres humanos. En esa charla habló de esto, mucho más que de cualquier trabajo científico suyo, de indudable nivel y con el que nos podría haber dejado boquiabiertos sin dificultad alguna. Y es que al final, los científicos, los grandes, son sencillos y poseen esa claridad de miras del investigador que debe constatarlo todo y que acostumbra a dotarlos de un indudable poder de discernimiento para acercar y explicar las tramas del Universo que nos conciernen a todos los mortales. Que no deja de ser una forma de aproximarnos a nuestro origen primigenio. A ese polvo de estrellas del que todos estamos constituidos en última instancia. Investigar sobre ellas, es también hacerlo sobre nuestra última y más auténtica esencia.
Para empezar, define la astrofísica, como un conjunto de saberes, y esto me parece muy importante, que la edad ayuda a conjugar. Y es que cualquier conocimiento sobre la misma, o sobre cualquier otra cosa, no nos afecta de la misma forma según la edad que tengamos. No nos preguntamos igual a los 20 que a los 50.
White puede comenzar una charla hablando de Andrómeda y terminarla hablando del Estado del bienestar. En ello debe influir, seguramente, que estudió a expensas de diversas instituciones para niños sin recursos y que gracias a ello ha podido llegar a ser el descubridor de la “materia oscura” (sólo somos capaces de ver aproximadamente un 4% del Universo, el resto es materia oscura) ¡Pues no queda! Pero lo que me admira realmente de él, es esa capacidad que posee de relacionar toda su sabiduría de forma muy tangible, con el mundo “real”.
En una de las muchas entrevistas que se le han realizado estos días, a la pregunta de: ¿para qué sirve la astronomía? contesta citando a Oscar Wilde:
“Aunque vivamos en las alcantarillas alguien tiene que mirar a las estrellas”. Y añade: y además explicarlas, digo yo. Porque la única explicación que admite la realidad no se alcanza pegando tiros, sino razonando. Por eso rechazo el relativismo cultural: toda cultura no es igual de buena.
Y cuando el entrevistador (Ll.Amiguet, La Vanguardia) le inquiere ¿a qué se refiere? Responde con claridad y valentía lo siguiente:
Las culturas de la razón, la democracia y la justicia permiten explicar el Universo, y en cambio, otras, nos someten a los intérpretes de falsos designios del cielo.
Por eso, rechazo la tolerancia malentendida del relativismo que iguala todas las culturas. Sostiene que no es lo mismo, mirar al cielo, que entendemos hoy gracias al ejercicio de la Ciencia en democracia, que escrutar las estrellas, en secreto, temerosos de acabar en la hoguera condenados por una tiranía apoyada en designios “celestiales”.
Y en esta época involucionista de Teorías creacionistas y demás… que me abstendré de calificar… en un ejercicio de moderación, que “casi” nunca ha sido recíproco por parte de quienes las sostienen, os diré, que no puedo estar más de acuerdo con lo que dice. A lo que sólo añadiría, que hay materia oscura y “materia oscura..."
