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Ensimismada en la superficie sosegada y un tanto siniestra del pantano, se quedó dormida después de comer con el libro distraído entre las manos. Al despertar, está bajo el agua turbia de algas. La sensación es extraña... se sabe sumergida al mismo tiempo que se observa desde algún lugar elevado. Está apartando largos helechos y viscosos líquenes, mientras esquiva árboles y viñedos hundidos. Un ser diminuto, de ojos oblicuos como luceros y largos cabellos brillantes, resplandece iluminando el camino. La lleva de la mano, conduciéndola hábilmente hacia un lugar concreto.
De pronto, emerge sola, al lado del antiguo arroyo, justo en la zona a la que tanto acudía de niña a esa misma hora. La vegetación sigue entramada en lo alto, en una singular acumulación de plantas trepadoras, estrangulando troncos,saltando de copa en copa de una orilla a la otra, para de trecho en trecho, en una entropía vegetal desmesurada, reclinarse indolente y plácidamente en cascada. Cerrando el paso a los rayos de sol y a la mayoría de gente, que acostumbra a huir temerosa de esa umbría un tanto tenebrosa a simple vista. Una especie de clausura abandonada en la espesura, que su abuela Lucía le mostró siendo muy pequeña y en el que inexplicablemente para su entorno, siempre se ha sentido segura. Un refugio en toda regla, que sabe de todos y cada uno de sus movimientos o descubrimientos emocionales. Así que, finalizado ese insólito y misterioso viaje bajo el agua, tras un suspiro de alivio, se sienta donde solía hacerlo... debajo del roble centenario abrazado de muérdago, a recuperar el aliento y a rehacer sus enmarañadas trenzas, preguntándose en que extraño lugar del tiempo se halla...
Todo parece haber retrocedido, pero sin embargo, sigue siendo ahora... Con la respiración acompasada de nuevo, mira en derredor y siente como si por una vez, volviese a estar donde le corresponde. Y a salvo. Le gusta comprobar que todo está igual, como si el tiempo se hubiera detenido. El agua sigue bajando dicharachera, cristalina, hasta remansarse unos trescientos metros más abajo. Se gira para comprobar que la escalera de salmones aún existe. Sí... allí sigue, esperando el momento terrible y emocionante de verlos subir de nuevo. Pero no es el tiempo… quizás, si consiguiera volver otra vez en esas fechas…

Una umbría recóndita, donde se intuye sin vacilación alguna, la presencia impenetrable pero cierta... de todo tipo de criaturas fantásticas. Si hay un entorno habitable para ellas, está ahí. Quizás es por eso que nunca se siente sola en ese lugar… son incontables, las veces que se ha imaginado o creído ahí... en compañía de hadas, trasgos, duendes o cualquier otra extraordinaria y desconocida criatura. Sabe que no puede acceder a ellas, pero las presiente... hoy, se le hace más evidente que nunca, que en ese umbral tangible a otra dimensión, morarán muchos de esos seres... Sonríe, al pensar que de hecho, hace tan solo un momento, en ese mismo y arcano lugar del tiempo... ha visto uno...
Acabadas sus trenzas, mira hacia abajo siguiendo el curso del agua y distingue el pequeño meandro inferior, donde la corriente se dulcifica. No puede dejar pasar la oportunidad de ir a ver las pozas donde habitan las bellas salamandras.
Conocedora experta del lugar, decide cruzar el cauce acercándose por el margen izquierdo, evitando así la zona de ortigas y espinos, llena de guijarros puntiagudos. La pequeña burga que asoma cada tres horas en ese lado está humeando desde que ha emergido desde el fondo. El agua termal calienta moderadamente esas piscinas naturales, adonde acudía la gente con regularidad en busca de remedio para cualquier afección de piel.
Según se va acercando a la terma, el vapor aumenta de una forma extraña e inusual. Una niebla espesa y vaporosa la va envolviendo a medida que avanza, borrando el camino hacia el remanso. Al intentar volver sobre sus pasos, el vaho no hace más que multiplicarse difuminando todas y cada una de las veredas conocidas… Se detiene desconcertada, sin saber muy bien que está sucediendo... ni hacia dónde orientar sus pasos…
Es entonces, cuando una voz antigua y conocida la sobresalta, indicándole que se detenga … El silencio, es ahora absoluto. Sólo existe esa voz junto con esa bruma tibia... que lo empapa todo...
-¿abuela, eres tú? - y otra vez en un susurro-
-Niña, no te muevas de ahí y déjate ir…
- Una sensación de infinito la invade… fluye por todo su cuerpo como una corriente eléctrica... cierra los ojos y abre los brazos para abandonarse a ella
-abuela…
De nuevo está viajando bajo el agua pantanosa, de la mano de esa andrógina y luminosa presencia, que percibe amigable. Su guía, la desplaza veloz hacia una claridad desconocida, como mariposas acudiendo a la luz…
Se despierta con un escalofrío, en medio de un majestuosos crepúsculo avanzado. Una sonrisa de felicidad le ilumina el rostro, al mismo tiempo que una extraordinaria sensación de energía la domina. Muchas veces se ha lamentado de haber perdido ese lugar mágico de su pasado, bajo ese pantano absurdo e innecesario. Y en otras tantas ocasiones, creyó estar a punto de perder ese recuerdo, algo, que siempre le provoca una amarga tristeza. La nostalgia de lo irrecuperable...
Pero hoy, alguien, ha tenido a bien devolvérselo para siempre.
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