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Hoy, es mi intención iniciar la publicación de una serie de posts que iré desgranando poco a poco y de tanto en tanto. Desconozco el interés que puedan despertar, entre los que hasta aquí os acercais. Pero es algo que cambió mi visión del mundo y mi manera de enfocar las cosas hasta no hace mucho. Yo creo que para bien, y por ello, me gustaría compartirlo.
Dicen que nada ocurre por casualidad, y quizás sea cierto. Una afirmación lejos del pragmatismo que nos rige desde hace siglos.
Quiero decir con esto, que “todo” lo que quede fuera de la realidad demostrable, es considerado “esotérico”, improbable o puesto en duda hasta que la Ciencia lo certifique desde el pragmatismo al 100%.Así pues, cualquier suceso, acontecimiento o peripecia que nos ocurra, oficialmente se atribuye a una combinación de libre albedrío y azar. Algo que otros muchos nombrarán y reconocerán como destino, designios divinos etc…
Pero… ¿realmente estamos capacitados para detentar la auténtica realidad? ¿O lo que percibimos, en la limitación de nuestros sentidos, son sólo aproximaciones a pesar de todo nuestro empirismo?
Hace ya alguno años, contra mi costumbre, accedí a realizar un viaje en tren a no importa el lugar, con alguien muy cercano y que tiene fobia a volar. A la espera de la salida del convoy, donde debíamos pasar toda la noche, nos aprovisionamos de diversas publicaciones un poco al ¿azar? Una de ellas, versaba sobre divulgación de temas científicos. Fue mi primer contacto con la Física Cuántica. Una ciencia que contradice “gravemente” a la Física tradicional, y que muy grosso modo, diremos que es, la física de lo pequeño, lo ínfimo. La Física de partículas…
En esa publicación, descubrimos un artículo que nos mantuvo en vela prácticamente toda la noche, en una apasionada discusión “filosófica”. En nuestro descargo diré, que alguien tan versado en estos temas como es Stephen Hawking, dice siempre que se le pregunta sobre ello, que por favor le traigan su pistola (sé de sus limitaciones, pero son sus palabras) para poner fin a ese experimento…
Tanto nos perturbó su lectura, que ése, fue el principio de una investigación autodidacta que hemos terminado por ampliar de diversas maneras, cursos en la Facultad de Física (créditos de libre elección impartidos por la U.B. en verano) conferencias, charlas, lecciones y cursillos varios sobre el tema… Algo que nos abrió la mente a todo un Universo, nunca mejor dicho, nuevo y desconocido hasta entonces, pero apasionante. Y del que según el interés que despierte, os iré hablando de vez en cuando.
El experimento, del que existe abundante bibliografía en la red y del que seguramente muchos habréis oído hablar, aunque ello no le reste sustancia ni interés a la polémica que siempre suscita es el siguiente:
EL GATO DE SCHRÖNDINGER
(transcrito del Rincón de la Ciencia por M.A. Gómez)
Cuando se habla del “gato de Schrödinger” se está haciendo referencia a una paradoja que surge de un célebre experimento imaginario propuesto por Erwin Schrödinger alrededor del año 1937, para ilustrar las diferencias entre interacción y medida en el campo de la mecánica cuántica.
El experimento mental, consiste en imaginar un gato metido dentro de una caja que también contiene un curioso y peligroso dispositivo. Este dispositivo está formado por una ampolla de vidrio que contiene un veneno muy volátil y por un martillo sujeto sobre la ampolla, de forma que si cae sobre ella rompiéndola y se escapa el veneno, el gato moriría. El martillo, está conectado a un mecanismo detector de partículas alfa. Si llega una partícula alfa el martillo cae, rompiendo la ampolla con lo que el gato muere, por el contrario, si no llega no ocurre nada y el gato continua vivo.
Cuando todo el dispositivo está preparado, se realiza el experimento. Al lado del detector se situa un átomo radiactivo con unas determinadas características: tiene un 50% de probabilidades de emitir una partícula alfa en una hora. Evidentemente, al cabo de una hora habrá ocurrido uno de los dos sucesos posibles: el átomo habrá emitido una partícula alfa, o no… (la probabilidad de que ocurra una cosa o la otra es la misma). Así pues, como resultado de esta interacción en el interior de la caja, el gato está vivo o está muerto. Pero no podemos saberlo si no la abrimos para comprobarlo.
Y ahora viene el intrínguli que nos dejó “pallá” en ese viaje iniciático:
Si a lo que ocurre en el interior de la caja, lo describimos aplicando las leyes de la mecánica cuántica, se llega a una conclusión muy extraña y sorprendente. El gato vendrá descrito por una función de onda extremadamente compleja, resultado de la superposición de dos estados combinados al 50% : GATO VIVO Y GATO MUERTO. Es decir, aplicando el formalismo cuántico, el gato estaría a la vez VIVO Y MUERTO. Se trataría de dos estados indistinguibles.
La única forma de averiguar qué ha ocurrido con el gato, es realizar una “medida”: abrir la caja y mirar dentro. En unos casos encontraremos al gato vivo y en otros muerto. Pero ¿qué ha ocurrido? Al realizar la “medida” el observador interactua con el sistema y lo altera, rompe la superposición de estados y el sistema se decanta por uno de sus dos estados posibles.
El sentido común nos indica que el gato no puede estar vivo y muerto a la vez. Pero la mecánica cuántica dice que mientras nadie mire en el interior de la caja, el gato se encuentra en una superposición de los dos estados, vivo y muerto .
Esta superposición de estados es una consecuencia de la naturaleza ondulatoria de la materia. Y su aplicación a la descripción mecánico cuántica de los sistemas físicos, es lo que permite explicar el comportamiento de las partículas elementales y de los átomos. La aplicación a sistemas macroscópicos como el del gato, nos lleva a la paradoja que nos propone Schrödinger.
La pregunta inmediata que se plantea, es : ¿El ojo del observador influye en la realidad?