Pronto la complicidad propia de esa edad se abre paso con naturalidad a lo largo de esa estancia. Según van transcurriendo los días, el contacto entre los jóvenes es cada vez más estrecho. Pero lo que para Brian y Quillan es natural, para Érin es un puro asombro de sus propios sentimientos, que por vez primera la llevan a buscar la compañía de otros. Lo que más la sorprende, es la empatía que muestran sus nuevos amigos hacia ella. Realmente parece no importarles que no pueda expresarse con normalidad. Se ve claramente que se esfuerzan en comprenderla. La conmueve y la atrapa, el genuino interés de ambos por saber de su vida con constantes preguntas sobre su historia. Va más allá de la admiración que les despierta comprobar la gran confianza que Mael, Ergivia, o el mismo Tangi, demuestran poner en ella. Algo que la satisface en su vanidad más íntima.
Ese insólito amago, por vez primera, de integración de la muchacha en su nuevo entorno, hace plantearse a sus protectores la conveniencia de permanecer allí por más tiempo del previsto en un principio. El hecho, es que en poco tiempo ninguno de ellos concibe una sola tarde sin estar juntos. Aún sin planteárselo, de una forma latente y silenciosa, no quieren ni pueden imaginarse el fin de ese viaje. Comprobar el interés que sus nuevos amigos ponen en comunicarse con ella, el trato de igual a igual, el extraño consuelo de romper una soledad escogida pero rabiosa y arrasadora, la sumergen en un alivio un poco confuso y singular.
Hacia el final de ese viaje, una mañana espléndida empuja a Mael y su pupila a recoger algas en la playa para las pócimas de fucus que el mago quiere que le enseñe a confeccionar Tangi. Allí están también sus dos amigos jugando con las olas... Érin, inquieta, mira de reojo como nadan y juegan en el agua mientras ayuda a Mael, deseando finalizar su tarea para unirse a ellos. Cuando por fin termina, Quillan que aún entretenido en sus juegos ha estado atento a la actividad de Érin, se acerca con el descaro que le caracteriza, para dirigirse al Mago en demanda de permiso para que la joven permanezca con ellos durante todo el día. A Mael, no le hace falta consultar con su pupila cual es su deseo, sabe perfectamente de él. Aún así, lo hace, para demostrar a los jóvenes que lo que importa es lo que ella quiera, algo importante en la cultura celta. Ante su gesto afirmativo, recoge el producto de su búsqueda y regresa solo. Antes de partir les advierte, de forma especial a Quillan, de que responden ante él de la integridad de la joven. El muchacho le corresponde con una amplia sonrisa de satisfacción.
Y de nuevo, se produce una primera vez en su vida. Se queda completamente a solas con dos extraños, sin la cercanía de ninguno de sus protectores. Al principio, se muestra un poco remisa ante esa soledad, pero el calor y las bromas de sus compañeros pronto la deciden a entrar en el agua. Sin saber muy bien como sucede, juega con ellos casi hasta la extenuación... como nunca antes... Su sensación es de una euforia, de un placer que no recuerda haber sentido jamás... es como si , por una vez, ese nudo que la atenaza se aflojase y no apretase tanto... Cuando por fin exhaustos se sientan al sol, Quillan comienza a dibujar con un palo en la arena mojada uno de los alfabetos Ogam*. Al tercer símbolo pasa el trozo de madera a Brian que le sigue el juego escribiendo los tres símbolos siguientes… y este a su vez a Érin, que continúa la serie con seguridad. Para ella la escritura siempre ha sido imprescindible, representa la vida... su comunicación con el entorno. Desde muy pronto demostró gran interés en ello.
Es evidente que le encanta ese juego. Pronto pasan a otros alfabetos diferentes… pero cuando comienzan el de los árboles, en el que Érin es una auténtica experta, en uno de sus turnos, los jóvenes la interrumpen con claras muestras de no reconocer uno de los símbolo escritos por ella... se miran cómplices comentando extrañados... la joven intenta por varias veces hacer más preciso el ideograma, incluso prueba de identificarlo señalando en su cuerpo para lo que sirve... pero es evidente que no consigue hacerse entender... es el símbolo de un arbusto, el laurel. Pero nada. En otro vano intento, dibuja el arbusto que queda borroso y desvaído en la arena para ver de nuevo como sus amigos siguen encogiéndose de hombros, negando con la cabeza y los gestos... Comienza a impacientarse... está segura de que no se equivoca. Por fin, dibuja el signo anterior y posterior a ese y lo señala en el medio... para que sus amigos no tengan dudas, pero ni así consigue hacerse comprender... Y hay un momento en que Quillan le da la espalda ignorándola por completo, para comentar con Brian que está equivocada y que no cree que sea una diferencia del lenguaje representativo de las tribus... por vez primera, hablan entre ellos como si ella no estuviese allí...
Entonces... súbitamente… una voz impulsiva e impaciente manifiesta alto y claro: ¡BEIRBHEINE! = (laurel)
Es la voz de Érin.
Brian, se gira al instante, con la sorpresa pintada en la cara... Pasan unos breves segundos hasta que Quillan, aún de espaldas, se vuelve a mirarla... una expresión de alegre y satisfecho triunfo que se transforma en sonrisa franca, alumbra en su rostro. Sus ojos brillan de forma muy especial. Ella, lo mira fijamente sin parpadear, dándose cuenta de su sencilla pero inteligente estratagema... Brian hace un gesto, que su amigo detiene, de ir a abrazarla...
Érin está como en trance… absorta en su propia extrañeza, totalmente perpleja, conmocionada de escuchar su propia voz por vez primera en todos esos años... El bardo, consciente ya de la treta de su amigo comenta en voz muy baja:
-pensaba que sólo querías hacerla rabiar-
La voz del rapsoda junto a las lágrimas que comienzan a mojar sus mejillas la sacan de su estupor, pero sigue muy desconcertada... susurra de nuevo, sólo para ella, la misma palabra: "beirbheine"... Brian en primer lugar y después Quillan, también lo hacen, cada vez en un tono un poco más alto... que ella va siguiendo con cierta dificultad. Hasta que sin saber de donde, surge su primera carcajada... lo que de nuevo vuelve a sumirla en la confusión...
Demasiadas emociones en un sólo día, provocan que ese anochecer mientras su amigo bardo toca el arpa especialmente para ella, la muchacha caiga rendida y se duerma apoyada encima de Quillan que se presta encantado a tal menester. Cuando por fin la lleva de regreso a la tienda, antes de irse relata de forma sucinta lo ocurrido... Mael y Ergivia la interrogan con la mirada a lo que ella asiente con el gesto.
E- ¿y no ha dicho nada más?
Q- Nó, pero lo dirá.
Cuando el pupilo de Tangi ya ha abandonado la tienda, la joven, sale corriendo a buscarlo para abrazarle con fuerza. En ese momento, Quillan, no sabe muy bien que hacer, por una vez es él, el confundido. Lo que vuelve a arrancar la risa de su amiga. De regreso hacia la tienda, Mael y Ergivia la observan boquiabiertos en el umbral. Ella se detiene unos momentos a mirarlos… y por fin los tres se echan a reír.
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* Alfabeto secreto de uso exclusivo de los druidas. Las letras se hacían con los dedos de una sola mano, un bastón, etc… tomando como renglones tanto horizontales como verticales, el cinturón el otro brazo etc… algo ideal para comunicarse en secreto y perfecto para nuestra protagonista. Asimismo un protoidioma de signos para sordomudos. Todos los alfabetos celtas incluyendo los rúnicos están relacionados con los árboles.
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