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Su esposo le pasó el diario abierto por el obituario.
- ¡Eh! ¿esta Marta no es tu amiga?
La esquela resaltada en negro, le escupió un Marta Navarro Peña que la sobrecogió.
“Sus apenados hijos, Ramón y Enma comunican..."
Sin duda era ella. Después de tanta búsqueda…al fin... lástima que fuera en esas circunstancias.
La reseña decía que se daba el duelo por recibido, sin facilitar ninguna dirección mortuoria…
Durante un buen rato se quedó en suspenso sin saber que hacer. Pero al cabo de unas horas, decidió que haría una visita a alguien en honor de Marta. Aunque nunca se lo había dicho, le constaba que también se había hartado de buscarla sin resultado alguno. Merecía saberlo.
-Hola, Luis -saludó al entrar-
La reseña decía que se daba el duelo por recibido, sin facilitar ninguna dirección mortuoria…
Durante un buen rato se quedó en suspenso sin saber que hacer. Pero al cabo de unas horas, decidió que haría una visita a alguien en honor de Marta. Aunque nunca se lo había dicho, le constaba que también se había hartado de buscarla sin resultado alguno. Merecía saberlo.
-Hola, Luis -saludó al entrar-
-¡Hombre, Esther! ¿cómo va todo?
Entre ellos había una curiosa familiaridad, aunque en realidad apenas se conocían. Un azar puro y duro había creado esa relación ocasional y siempre que se acercaba por allí, muy de vez en cuando, no podían dejar de acordarse de como se conocieron. No acostumbraban a hablar de ello, pero siempre que se veían, ese recuerdo flotaba en el ambiente. Hoy también.
Un par de años atrás, había entrado en esa chocolatería por casualidad cansada de cargar las bolsas. Le venía de paso y el frío en la calle era intenso esa mañana. Un calorcito agradable la confortó al entrar, permitiéndole sacarse el abrigo y los guantes. En la TV, los niños de San Ildefonso cantaban los números de la lotería de Navidad como si les fuera la vida en ello.
Se sentó en la única mesa libre, junto a la cristalera, le gustaba ver la calle abarrotada de gente, entrando y saliendo de las tiendas. Miró hacia la barra buscando con la vista al camarero y entonces la vio. Una “sin techo”, encaramada en el taburete del rincón, con sus infra pertenencias rodeándola la miraba atentamente. Pasando el rato, retardando el momento de salir de nuevo a la intemperie. No sería mucho mayor que ella.
Mientras se acababa de instalar, pensó brevemente en que no era extraño que se hubiera puesto al abrigo del frío y que tenía suerte de que la hubieran dejado entrar en el local. Menos mal. Intuyó que provenía del albergue para indigentes de dos calles más abajo.que debía estar a tope debido a la temperatura reinante. En ese barrio del casco antiguo, en pleno centro, no era extraño tropezarse con alguno.
Como buena urbanita curtida, en cuanto el camarero se acercó dejó de prestarle atención. Ordenó un chocolate con una ensaimada, mientras repasaba mentalmente la lista de regalos que tenía y los que le faltaban.
Desde que sus hijos habían crecido, cada año se le hacía más cansino todo ese montaje de regalos, comilonas, visitas obligadas y alegrías forzadas. Lo daba por otra de tantas batallas perdidas… Pasaba de tirarse el típico rollo “progre” de: “a mí, nunca me ha gustado la Navidad” aunque fuera bien cierto en su caso. Ni de niña. Y tenía claro, que había cosas que le gustaban muchísimo menos.
Siguiendo el curso de sus pensamientos, después de observar las bolsas, calculó que le faltaban tres regalos. Decidió que saliendo de allí se acercaría al Corte Inglés y lo dejaría solventado en un dos por tres. Sonrió para ella misma, sintiéndose un poco estúpida, por el cutre pareado que le acababa de salir. Sonó el móvil y mantuvo una breve conversación con su hermana, ultimando detalles de la cena de Nochebuena.
Mientras se ponía el abrigo y los guantes de nuevo, para abandonar el local, una ráfaga de viento helado se coló por la puerta, al tiempo que entraban dos críos con su madre. Sonrió otra vez con una cierta nostalgia, al oír como los amenazaba con suspender la entrega de la carta a Papá Noel si no dejaban de pelearse. Se sentaron justo enfrente de la vagabunda.
Por un momento, sus miradas volvieron a cruzarse. Y de pronto, como una revelación, algo le dijo que la mujer no había dejado de observarla. La vio saltar del taburete mucho más ágil de lo que nunca hubiera supuesto, avanzando hacia ella sonriendo. No miró hacia atrás, después de hacerlo disimuladamente a ambos lados, porque se sentía totalmente atrapada en aquella mirada…
Y también, porque en medio de ese súbito pasmo, un escalofrío de recuerdo se abría en su mente, al escuchar como pronunciaba su nombre...
-Hola, Esther...
No salía de su asombro, no era posible…. Parecía… Pero...
- No te acordarás de mí… Soy Marta, Marta Navarro... del Instituto…. hicimos el Bachillerato y el COU juntas. Me sentaba justo detrás tuyo.
Inmersa en un considerable desconcierto, apenas acertó a balbucir en voz baja:
-Sí, sí, sé quien eres…discúlpame, no te había reconocido...
Aunque sus pensamientos se sucedían a toda velocidad, la sorpresa la mantenía paralizada. No se atrevía a preguntar ¿qué tal? o ¿Cómo te va todo? porque lo que de verdad pugnaba por salir de sus labios era un ¿pero qué te ha pasado? ¡así de grande!
En su porte y en sus ojos, aún se adivinaba un último rastro de dignidad, pero su cara reflejaba claramente las huellas y los estragos de años de alcohol y vida callejera. ¿Y qué se había hecho de aquella espléndida melena que la distinguía? ¡Por Dios...!
Ella, que siempre fue mucho más desenvuelta, la sacó del apuro.
-¡Cuánto tiempo! ¿verdad? Al principio no estaba segura de si eras tú, pero cuando te he oído hablar por el móvil ya no he tenido dudas. Andas de compras de Navidad supongo.... Yo vengo a desayunar aquí, a veces… -con algo menos de aplomo-
Casi se sonrojó al ver como miraba las bolsas. Se sintió como una pija miserable y prepotente. Pero reaccionó al fin.
-Pues me alegro de verte Marta, siéntate aquí conmigo y hablamos eh?
-Tendrás prisa… ya te ibas… -La miraba a los ojos-
- Un café, ¡venga! -Le sostuvo la mirada-
Marta aceptó el café y se sentaron.
Y contra todo pronóstico, la química que las uniera un día, volvió a funcionar casi de inmediato. En apenas media hora, era como si se hubieran visto un par de semanas antes. Marta desplegó todo su encanto, la verdad es que había mucho para contar por ambas partes.
Realmente habían estado muy unidas en esos años de Instituto. En el fondo de aquellas pupilas, aun latía el alma de aquella adolescente con la que tanto había congeniado y compartido en esos años mágicos de iniciación y descubrimientos en mil correrías. Habían sido inseparables. Su madre las llamaba: “el pack”. Luego, al empezar la Universidad en Facultades diferentes, poco a poco e inexplicablemente, se habían ido distanciando hasta perderse la pista. Lo último que había sabido de ella, hasta ese momento, es que se había ido a Alemania con una beca.
Sorprendentemente, al cabo de varias horas de conversación, Marta, era cualquier cosa menos una perdedora. Su peripecia vital resultó ser tan apasionante, que redujo su indigencia casi a una pura anécdota más. Inspiró cualquier cosa menos lástima. Y es que la inteligencia es siempre un grado superlativo.
Les costó despedirse con la chocolatería a punto de cerrar, cerca de las diez de la noche. Luis, las fue atendiendo durante toda la jornada, observándolas con curiosidad y disimulo al principio, pero el diminuto local no permitía más que una intimidad muy relativa.
Al final de la tarde, intervenía en la conversación riendo abiertamente con ellas. Cautivado por la situación y por la simpatía de Marta, que no cesaba de gastarle bromas y se lo había metido en el bolsillo sin reservas. A pesar de los avatares de su vida, conservaba fresca aquella fina ironía un poco cínica, que le salía de natural y que siempre la hizo tan especial. Al pedir la cuenta, les hizo prometer que volverían si las invitaba. Ambas lo juraron solemnemente entre risas.
Llegado el momento de irse, Esther le facilitó su dirección y su teléfono, conminándola cariñosamente varias veces a que mantuviesen el contacto. Marta prometió llamarla a no tardar, para darle su nueva dirección en cuanto se instalara... -Pero en su mirada latía claro el “adiós”-
Hoy, igual que otras veces, hablaban de nimiedades, pero mientras lo hacían... Esther le pidió un bolígrafo al mismo tiempo que abría el diario y rodeaba con un círculo la esquela. Entretanto él la leía atentamente, abandonó por última vez el local.
Bonita historia, me ha encantado....Muchas veces me he preguntado que es de gente con la que he estudiado, a la que he perdido la pista....
ResponderEliminarUn besote y sigue escribiendo historias tan bien
A tus pies, Cristal, por esta historia bonita, original, optimista (a pesar de todo) y bien contada!!
ResponderEliminarMil besos!!!!!!!! :-B
ZAS!
ResponderEliminarConmovedor, el relato. Nunca sabemos qué hay detrás de las apariencias. Sin llegar al extremo de tu historia, que recibo como una metáfora, prejuzgamos por el aspecto.
ResponderEliminarCreo que todos nos hemos perdido algún encuentro interesante por no acercarnos a quién juzgamos de una determinada manera.
Hay algo que me ha gustado mucho y es que, aunque hayas estado años sin contactar con un amigo, el reencuentro sucede como si no hubiera pasado el tiempo. La confianza está ahí.
Un abrazo, cristal
es una historia muy linda , llena de recuerdos y de nostalgia...sólo sobrecoge un poco el final que la deja a unas con ganas de leer más y de saber por qué se murió...en alguno de mis relatos acostumbro a decir:" porque como ángel, no era de aquí" en estos casos.
ResponderEliminarun abrazo
Es una bonita historia, melancólica, como las que a mi me gustan, con su punto nostálgico, gran post Cristal.
ResponderEliminar¿El espíritu de Dickens por la ciudad condal? Hmmm....
ResponderEliminarInteresante...
;-)
Besos
Hermoso cuento...para ser leído entre mantas, calentito y viendo desemebarcar cruento al invierno. Me ha encantado el personaje de MArta, y que en ningún momento contases el porque de su inidgencia, mejor dejarlo en el aire, además como tu bien decias, había pasado a un segundo plano.
ResponderEliminarque bueno..un beso
Cristal, con esa disponibilidad y variedad de ladrillos, eres capaz de construir una catedral, quizás la segunda parte de "La Catedral Del Mar".
ResponderEliminarBesos.
Muy bonito cristal.
ResponderEliminarGracias por regalarnos esta historia
Me ha encantado. Es un verdadero cuento de Navidad. Me han encatado lo de las infra pertenecias y el "pack". Interesantes senderos nos "desvarían" `por la vida. Bonito encuentro-final.
ResponderEliminarGracias Lola. A veces, la vida da sorpresas y oportunidades... cuando menos te lo esperas.
ResponderEliminarUn beso
Mercedes, muchas gracias. Sobretodo viniendo de ti, que eres una Master,
Un beso
MBI, pues sí, ZAS! o la muerte peluda jajaja. ¿Cómo lo haces? Tienes un don increible!!!
Besos.
Oyana, muchas gracias.¿Me has leido el pensamiemto?. El feeling es algo que se tiene, o no se tiene. Pero si se tiene, siempre funciona. Tal como dices.
Besos guapísima!
Sarah, muchas gracias. Quizás la continue otro día. Es fácil porque ya la tengo escrita.
Un beso.
Muchas gracias Duncan, me alegro de que te guste mi punto de vista.
Un beso especial. Yo también disfruto mucho leyéndote.
Ay Gabi! Dickens nada menos... que más quisiera yo. Ni de lejos... Ojala! Muchisisisisimas gracias
Besos
Roberto, hasta a mi me han entrado ganas de leerlo de nuevo entre las mantas...¡que frío XD! ¡muchas gracias!
Un beso.
Terry, te quiero por pensar eso. Pero ando lejos de tanta capacidad.
Millones de gracias de todos modos.
Un beso.
Labegue, de nada preciosa, tu si que eres un regalo ¡y de los grandes!
Un beso y muchísimas gracias.
Soportándome, muchas gracias por pensar así. Me anima a seguir. Sigue viajando hasta aquí plis!
Un beso.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarQué historia más especial. Qué canto a la amistad, a la inteligencia por encima de las formas, a los afectos bien guardados, qué canto a todos los que no sabemos hacia dónde nos conducirán nuestros pasos. Un beso enorme.
ResponderEliminarPEDAZO RELATO. A mí también me gustaría saber que fue de los de mi clase. Apenas sé de 2 de mi época de instituto.
ResponderEliminarLo que da de sí un café, verdad? Estas conversaciones son geniales.
ResponderEliminarun besote
Cristal es una historia preciosa... Me encanta todo, título, historia, personajes, final, todo.
ResponderEliminarGracias por este maravilloso cuento.
Besos.
Un precioso y triste cuento navideño... sigue contandonos más
ResponderEliminarAmparito
Pd:¿seguro que no te gusta ni un poquito el espíritu navideño? Yo creo que un poquito si, sino no habrías escrito esto...
Pd2:Mi gata se llama Fili (de Filiberta) y tengo otro más peludo que se llama Yesel
Ronroneos gatunos para ti
Me ha apenado esta historia Cristal: muchas veces damos por sentado que estamos exentos de convertirnos en esas sombras que empujan un carro de la compra por las aceras, y no es del todo cierto. En muchas ocasiones es el alcohol u otras adicciones, lo que propugna ese viaje barranco abajo; otras, desequilibrios emocionales que acaban con los últimos lazos que les unía a la convención. Siempre dije de mi mismo, que no tengo perseverancia ni para convertirme en un borracho, lo que aleja uno de los peligros, pero ¿quién está libre de un cataclismo espiritual o una pérdida desestabilizante?.
ResponderEliminarRecuerdo a esa pobre mujer que murió a manos de unos jóvenes aburridos y estupidizados, convertida en una tea humana por mor de la diferencia; de la mala fortuna y decisiones o indecisiones encaminadas a la perdición. Nadie quemaría a una señora vestida de Prêt-à-porter; como mucho se interesarían en saber porqué está tirada en el suelo. La miseria o la marginalidad, terminan convirtiéndose en objetivo de los que no tienen cerebro ni corazón, y esta es la segunda fase de la tragedia, quizás la más terrible.
...siento haber tardado, no tengo mucho tiempo...
ResponderEliminarUn relato duro y crudo... te hacen recordar que detrás de cada persona hay una historia en la que participan amigos, familias y conocidos. El verlos con frecuencia hace que nos acostumbremos y los veamos como gente que nació así o tienen lo que se merecen. Es triste.
Gracias por recordárnoslo.
Mil besos!
Por si acaso no lo ves en mi blog...
ResponderEliminarHe venido a decirte que hoy soñé con tu cuento, bueno o algo muy parecido. Eso debe significar que me impactó ¿verdad? No me canso de leerlo.
Muchos besos encanto.
Olvido, muchísimas gracias. La verdad es que creo en la amistad a ultranza y casi por encima de todas las cosas. Lo que también me ha comportado buenos disgustos.
ResponderEliminarPero todos somos como somos, a veces, a pesar de nosotros mismos...
Un beso grande.
Neme, muchas gracias. Cuesta poco perderse la pista y luego un montón reencontrarse. Habrá que apuntarse al Facebook... jajaja
Un beso guapísima.
Libertad, pues sí, el acto de tomar café, es un rito, que suelta la lengua y une casi, como ninguna otra cosa. Un beso grande
Gloria, tu si que eres preciosa!
Ten la seguridad, de que siempre leo tus respuestas. Muchas gracias por ser tan benévola conmigo. Y sigue soñando y leyéndome.
Un beso muuuuuuuuuuuuu grande.
Amparito, cualquier día lo continuo, porque tengo más al respecto.
En cuanto a lo del espíritu navideño, me gustaría poder decirte que me entusiasma, porque a los que les gusta la Navidad, se les ve muy felices por esta época.
Sería largo y prolijo explicar aquí los motivos, pero créeme que ¡va ser que no! Aunque al igual que la protagonista de mi cuento, hay cosas que me gustan muchísimo menos...
Un beso preciosa y disfrútala a tope. También por mi.
Antón, detrás de todos nosotros, del primero al último, hay una historia digna de ser contada.
Y en donde menos te lo esperas esta la más fascinante aventura vital. Pero seguro que vd. ya lo sabe. Eso y más...
Y sí, desgraciadamente tiene vd. razón como "casi" siempre y en este mundo que nos ha tocado en suerte, abundan los tarados, como los del caso del cajero. ¡Que tiene cojones, que aun se han atrevido a decir, que no sabían que el líquido era inflamable!
Agua bendita, pensaban ellos que era... Ay! que se me va la pinza, y me sale ese lado oscuro de mano justiciera que tenemos todos ahi latente...
Enfín! Un abrazo Sr. Abad.
Candi, gracias a tí, por venir hasta aquí con tan poco tiempo como dispones. Y que bien que pienses así. Ojalá haya más como tu, querida.
Un besazo.
Es un relato precioso.Creo que lo has tenido que vivir en propia carne,
ResponderEliminarYo lo he vivido unas cuantas veces.
Y ahora al leerlo he revivido todos esos momentos con profunda emoción.
¡Qué duro! y cuantas historias habrá así...¿sabes? Me ha sabido a poco...
ResponderEliminarJoder, estoy de lo más sensible y esto no me ha ayudado mucho...
ResponderEliminarLa historia es preciosa, pero taaan triste... Ojalá pudiéramos dejar de lado de una vez tanto prejuicio y tanto mirarnos el ombligo y empezáramos a pensar un poquito más en los demás...
Un besico!
Me ha encantado esta historia, gracias por compartirla.
ResponderEliminarUn saludo.
Hola...se me estropeó mi ordenador y ahora entro desde el familiar cuando puedo (y me dejan), así que dispongo de menos medios y tiempo para actualizar y visitaros, aparte del ajetreo de estos días...
ResponderEliminarMe ha emocionado tu entrada, hablamos de lo mismo y no la había leído antes. Vi un documental sobre la vida anterior de los sin techo y no era muy diferente a la nuestra...los casos de adicciones y drogas son los menos, muchos por la conjunción de problemas económicos y personales, que les llevaron precisamente a adicciones y al final, a su actual estado. Lo más crudo y lo que quizás menos nos guste cuando los vemos es que los límites que separan nuestras fronteras de las suyas son demasiado finos, y lo expresas muy bien en tu relato.
Muchos besos.
De Cristal a Cristal. Me ha llamado mucho la atención que hayamos escogido el mismo seudónimo en nuestros respectivos blogs. Me ha gustado mucho tu historia, para que luego digan de los milagros del Facebook...Besos.
ResponderEliminar¡Precios historia la que nos has regalado,gracias!...ahí me has dejado haciendo recuento de tanta gente que ocupó un tiempo cerca de mi , de los que nunca volví a saber... y ello me lleva también a pensar en como el alma no cambia aunque las circunstancias sean de lo peor...por fuera es lo que es pero saltando lo que vemos llegamos a lo que somos y sentimos...los mísmos siempre.
ResponderEliminarUn besote
Una maravillosa historia de reencuentro, de amistad, de soledad. Creo que el “adiós” en la mirada de Marta era un adiós a su propia soledad; la soledad del exiliado, una soledad que no le era propia; una soledad prestada en un lugar que no ya no era el suyo. Te felicito una vez más por la capacidad para deslumbrar con tus relatos.
ResponderEliminarUn abrazo
-PD. Cristal, además de todo lo dicho tu historia me ha superado en términos de emoción. Si lees una entrada que escribí la pasada Navidad (“Querida amiga”) comprenderás el motivo.
La lectura de esta conmovedora y sorprendente historia también me ha provocado la misma asociación de ideas señalada por Antonio Abad. Me ha gustado que no haya barreras entre la perdora Marta y Esther: una buena lección moral. No me sorprende la buna acogida que ha tenido esta narración, Cristal, porque sabes mantener el interés sin tregua. Esperamos la continuación.
ResponderEliminarY con tu permiso, colocaré el enlace de tu bitácora en la mía. Un saludo afectuoso
Cristal, me ha entrado una congoja...qué historia tan cotidiana y tan hermosa. Tanto tenemos que aprender unos de otros que no quiero pasar por la vida desde la ventanilla de un tren.
ResponderEliminarA veces, la luz del faro dificulta ver las lucecitas de las casas de alrededor. Así que, aún en el rollo de Santa Lucía, que nos conserve la vista y el resto de sentidos (el común incluído).
P.D. Me quedo enganchada a la idea de la cantidad de martas navarro peña, que se me escapan cada día.
encantadora y nostálgica historia.
ResponderEliminarabrazos
Doctor, gracias. ¿Unas cuantas veces? pues que duro... no te envidio en absoluto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Brujita Norteña, si te ha sabido a poco, es que no está mal... y sí, cuantas historias como esa, que nos pasan desapercibidas.
Un beso.
Irene, gracias y siento que la historia te haya puesto triste.
Y tienes razón, ojalá dejáramos de mirarnos tanto el ombligo...
Un beso.
Lalaith, lo bueno, es que tú has venido hasta aquí a compartirla conmigo. Besos.
Caminante, sonreí cuando vi tu entrada. ¿Casualidad o causalidad?. Y ciertamente, ninguno estamos tan lejos de la marginalidad como nos pensamos desde nuestro "castillo".
Un besazo.
Cristal, bienvenida el que te llames igual que yo, te pone directamente en mis enlaces.
Que bien, si te gustó mi historia.
Y el facebook es la releche.
Besos.
Brujita, muchas gracias. Y en efecto, el alma es lo único de nosotros que no cambia, porque es nuestra esencia última y más auténtica.
Besos.
Sirena querida, muchísimas gracias por tus palabras. Tu Maribel y mi Marta, tienen en común esa extraña habilidad que tienen algunos seres para complicarse la vida. Aunque no quieran... Como positivo, sólo se me ocurre que no se aburren nada de nada. Hay vidas que me abruman y me superan...
Un besazo
Luis Antonio, tal como dices, la amistad auténtica no sabe de clases ni barreras sociales.
Muchas gracias por tu enlace.
Un abrazo.
Esperanza, no te entristezcas. Y sí, tienes razón, hay que bajarse del tren al andén, incluso salir de la estación, para vivir de verdad. Sabias palabras las tuyas.
El mundo está lleno de Martas, que nos pasan desapercibidas.
Un beso.
Elisa, muchísimas gracias por tus palabras. Tu si que eres encantadora.
Un beso.
un cuento de navidad precioso precioso...
ResponderEliminarla indigencia era una anécdota
qué bonitooo
necesitamos inyecciones así para estas fechas, que cada año más iluminadas, están perdiendo su color...(tampoco quiero ir de progue)
Las personas como Marta son los luceros que nos salvan.
Muchas gracias Cristal, por contarnos este cuento tan lindo.
Un beso.
quería decir progre, ... eso...
ResponderEliminarjeejejeje
.
Sol, Muchas gracias a ti, por tus palabras.Y sí señora,las personas como Marta nos recolocan el cerebro donde debería estar siempre, al ladito del alma-
ResponderEliminarUn besazo.
P.D. el duende de las letras ¿se ha trasladad0 aquí? jejeje
Tu historia remueve, Cristal, y ojalá esa sensación que nos has instalado dentro nos hiciese saltar como cohetes y echando chispas nos quitásemos la capa de consumismo y un montón de ismos que nos cubre y que no nos deja ver más allá de nuestras propias narices.
ResponderEliminarComo termino diciendo en mi poema " ... a no ser que aprendamos a humillar la testud de prepotentes"
Besos y gracias por acercarnos, con tu magia, una historia real de las que tenemos al lado a diario y que nos pasan desapercibidas.
Gracias por tus palabras Luisa, en nombre de todas las Martas de este mundo.
ResponderEliminarUn beso preciosa.
Qué buen relato, mantiene en vilo hasta el final. Te felicito y aprovecho para desearte felices fiestas.
ResponderEliminarMuchas gracias Rosa María, sobretodo viniendo de una experta como tú. Felices fiestas también para tí. Un beso.
ResponderEliminarAmiga cristal00k, no sé a que esperas para presentarla al concurso.
ResponderEliminarEres la hostia. Así, sin más.
Un abrazo, emocionas a las piedras!
Eres un encanto.
ResponderEliminar¡Una de gambas para mi amigo Yandros!
Oído cocinaaaaa! jajaja!
Pues ná, voy pallá!
Me ha encantado. Realmente es cierto que existe esa conexión entre las personas aún con el pasar de los años.
ResponderEliminarEso si, el final, con esa despedida tan en seco tras verse durante años en la chocolateria es triste.
Un beso y bienvenida al CETH V
Muy buen relato Cristal.
ResponderEliminarSabes meterte por los entresijos de los personajes y extraer de ellos lo esencial para dar lugar a una conmovedora historia.
El CETH, en el que estamos presentando nuestras historias, me ha servido para conocer tu blog, y creeme... para mí eso ya es un premio.
Enhorabuena y felicidades por esta historia y firme candidata a ganadora.
Mira, ya te llegan los primeros halagos jajaja. Cuando seas famosa y presentes tu libro de "Relatos de lo cotidiano" o algo así, no te olvides de los que confiamos en tí jajajajaj!
ResponderEliminarUn abrazo, me alegro de que gente nueva te descubra, este blog es una mina de oro para los ávidos de conocimientos y experiencias
Hola cristal!!!
ResponderEliminarUna historia preciosa, mucha suerte en el certamen aunque como dice el kioskero del antifaz ya eres firme candidata a ganadora ;)
Besitosssssssssssssss
Un estupendo relato. Me gustó mucho y eso que cuando exceden de una cierta duración me aburren, pero éste no ha sido el caso. Muchísima suerte y a arrasar en el Certamen.
ResponderEliminarUn saludo.
Cristal, bonita historia, todas las historias donde invade la miseria, son dignas de recordar, y ponerte a pensar ¿que le habra pasaso? para llegar a ese extremo.
ResponderEliminarTe deseo mucha suerte en el concurso.
Bonita historia, un poco larga, pero interesante renglón a renglón.
ResponderEliminar¿Que motivos tendria Marta y tantos otros para tocar fondo?
Desde ya cuenta con mi voto, y te deseo muchisima suerte
Un beso
Esta mañana la he dedicado a leer tus palabras de antes. No me he animado a comentar todos los que he leído, el de los primos primates y otros. Este es otro de esos relatos tuyos, tan tuyos y de otros muchos que los pensamos y no escribimos.
ResponderEliminarA ratos he creído que había algo de real a lo largo de esta historia. Nada, saludos.
Ah! Carlos, siempre tan especial, Ya sabes que me alegra verte por mis letras amigo.
ResponderEliminarY ya... me conoces bien. Siempre hay algo de real, en lo que escribimos algunos. Tú, entre ellos. Eso, siempre se nota compañero.
Un abrazo grande. Y pasea cuanto quieras por tu casa