Imagen de La Mirada de Cristal.
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Una brisa húmeda se cuela a través del suéter y me apelmaza el pelo. Inspiro hondo y aprieto el paso intentando acompasarlo con la respiración. Él, ya me ha sacado distancia y corre a lo lejos, cruzándose con otros corredores. Yo, lo hago a pequeños tramos, hasta que el pulso, acelerado, me obliga a caminar de nuevo. Intento no pensar en nada, concentrada en mi resuello y en mis pasos. Aún así, mis pupilas vagan inundándose de todo.
Los trenes pasan rápidos, por unos momentos borran el graznido de las gaviotas y las risas de los niños. Él, ya está fuera de mi vista, perdido en el horizonte.
Mientras comienzo a sudar, la mirada se me escapa hacia la playa que se ve triste. Este año el otoño viene en tiempo.
Las olas llegan lentas en un mar inquieto, salpicado de pequeños veleros. Hay regata en el Naútico. La arena de la playa se ve más oscura que otros días, como húmeda. En la orilla, algunos pescadores desperdigados con cara de aburridos. Algo más alejadas del agua juegan algunas familias con niños. El ambiente comienza a ser de ocio, aunque sólo estamos a Viernes.
La piscifactoría se ve lejana y cercana a un tiempo, como abandonada. La línea del horizonte desde Montjuich a la térmica de San Adrián con sus chimeneas enhiestas como guardianes, se percibe nítida como un dibujo. No es lo habitual.
Hay una luz de niñez, casi atlántica, distinta de otros días, como si la lluvia hubiera lavado todos los perfiles. El sol aún llega del Este y alumbra desganado detrás de algunas nubes deshilachadas.
Un cachorro despistado deshace la magia al abordarme de improviso, trastocándome el paso, me detengo brevemente para acariciarlo. A una orden del dueño desaparece y reanudo rápidamente la caminata. Oteo de nuevo, y ya distingo cercana la figura familiar.
En unos momentos, caminamos de nuevo al unísono en medio de una charla vana, que me permite seguir atenta al entorno. Me gustan estos días claros y desapacibles de principios de otoño. Me traen recuerdos de infancia, cuando la vida no estaba sujeta al tiempo y todo transcurría entre juegos y clases... Y aunque sólo sea por unos instantes me siento de nuevo sin presiones de ninguna clase y sin más objetivo que disfrutar del momento.
Ha valido la pena bajar.
Saludos Cristal, vengo en son de paz, desde este lado, haber si el sol alumbra igual que desde la orilla que yo me encuentro. Gracias.
ResponderEliminarqué bonito lo que leo!
ResponderEliminara mí también me encantan los días desapacibles y claros del otoño, y con el mar creo que más todavía...
la infancia...
es todo, tanto... marca la existencia de una...
y muchas veces no lo parece.
gracias por agregarme a tu blog y pasar por el mío.
Ciao.
Bienvenido terry. El sol sale para todo el mundo, aunque a veces no seamos conscientes de ello. Y cualquier lugar incluyendo el Mediterráneo, es una atalaya privilegiada para disfrutarlo.
ResponderEliminaruna vida lo que un sol... con ese nombre está claro que tenían que gustarte las mañanas de otoño.
Guardan un poco de la calidez del varano y nos desembarcan poquito a poco en el invierno.
Y sí, tienes razón la infancia acostumbra a "teñirlo" todo.
Estoy encantada de que vengas hasta aquí y de ir hasta "allí".
Un beso!
Has hecho que me me viera a mi misma, cuando bajo. Yo también lo hago, justo tengo el mar al lado y me encanta ver cómo se llena de vida y cómo se vacía de ella.
ResponderEliminarRespiras y te sientes llena, llena de todo lo que te rodea, llena de tí.
Precioso post.
Bajamos un día juntas?
Besos
¡Pues claro que sí flor! sería un aténtico privilegio compartir cualquier cosa contigo.
ResponderEliminarMil besos!
A excepción del pelo apelmazado por la humedad (¡¡¡grrrrr!!!!), qué bonitas todas las sensaciones otoñales!!
ResponderEliminarSaludos en son de paz!
Pues sí, mercedes, es mi estación preferida. Que tendrá la "meteorología" que unida al paisaje y las vivencias nos marca tanto. Un día tengo que hacer un post sobre eso...
ResponderEliminarUn beso.
El otoño es un viejo que ha aprendido a querer, a compartir. Es un viejo cansado de huir del viento, amigo de la brisa. Es un viejo con la luz de la niñez y los colores de un final cercano.
ResponderEliminarEl otoño no es tan viejo a pesar de su aspecto. Sólo está cansado de vivir huyendo.
Un abrazo.
Chuff!!!
Vaya!!! gracias por el post...
ResponderEliminarHa valído la pena leerlo...
Me he cambiado por tí, mientras lo leía, y también me has acercado la brisa, y las gaviotas, y sí también mi hiciste recordar el tren pegado a la costa, pero yo lo recordé, viento el Mediterraneo desde el interior de algún vagón, destino a Sants....
Salu2ssssss
he visto tu camino nítido a través de tus palabras...me has transportado en un segundo a tu hermosa ciudad!
ResponderEliminares perfecto para leerlo en este día de otoño al que se le salen de los bolsillos, metros y metros de melancolía...
un beso
Precioso post. Yo también quiero bajar!
ResponderEliminarEl otoño despeja horizontes.
ResponderEliminarEso es bueno!!
:-)
Saludos.
zen... he leído tu post al menos 6 veces... nadie lo hubiera explicado mejor y sobretodo más bonito...
ResponderEliminarUn beso!
€rik, la verdad es que es un privilegio estar tan cerca del mar, aunque sea desde el tren. Todo éso está ahí para nosotros, me alegro de que sepas verlo.
ResponderEliminarSi lees este post, dime una cosa,
¿tienes desactivados los comentarios en tu blog? o es porque no tengo una cuenta blogguer por lo que no puedo dejarlos?
Un petó!
roberto, el otoño es melancólico cierto! pero tan bello... que se le puede perdonar casi todo.
ResponderEliminarTodas las ciudades guardan belleza, sólo hay que saber mirar, algo que tú haces muy bien.
Besos!
Gracias!Coco, la verdad es que cualquier actividad al aire libre, con o sin mar, es agradecida al máximo. ¡Baja cuando quieras!
mejor dicho, ¡baja ya! ¡hombre pordioscoñoya! vaya cosa me fuiste a enganchar... jajaja!
Un beso!
Gabiprog, ¡bienvenido! y el otoño despeja, dí que sí, que con la que está cayendo... un paseo al ladito del mar viene de p.m.
Claro que si, le perdonamos al otoño su pereza melancólica, por ser tan hermoso...
ResponderEliminarEs cierto que todas las ciudades tienen su magia particular, pero Barcelona en otoño es espectacular...pronto, un par de semanas, volveré para tratar de encontrar "su secreto"...
besos
¡Cómo añoro estar cerca del mar! El otoño es tranquilo, después de que se marchen los turistas. Aunque no me puedo quejar, donde vivo hay un parque desde el que sentarse a ver el Obradoiro y olvidarse de los problemas...
ResponderEliminarSÍ, ESTÁN DESACTIVADOS...
ResponderEliminarLo siento por algunas persona, pero...
Tuve que hacerlo, porque parecia que había demasiadas controversias, en las que yo no participaba.....
Gracias, pronto lo volveré a poner, aunque sea revisandolos antes...
Otro petó para tí....
Roberto, pues te deseo una feliz estancia en la Ciudad de los Prodigios. Yo soy una conversa, me gusta cualesquiera que sea la estacíón o el día, desde el primer día que puse el pie en ella. Hace ya muchos años...
ResponderEliminarUn beso y bienvenido!
Kefalay, tienes buen remedio para tu añoranza de mar (que tampoco lo tienes tan lejos) contemplar el Obradoiro desde esa maravillosa alameda es un privilegio.
Saludiños!
€rik, despues de mucho revolver en tu blog, decidí que lo más probable es que los tuvieras desactivados. Espero que en una ráfaga de Mistral los pongas en marcha de nuevo, que seguro que no soy yo sola la que desea entrar a comentarte.
ResponderEliminarUn beso!
yo estuve poco tiempo allí, pero los momentos de mi visa en Barcelona :P los recuerdo con mucho cariño.
ResponderEliminarY espero volver tb!
muas!
PD: uy, quería decir vida, allí la visa la utilicé poco...jejeje
;)
El puto dinero de plástico, que parece que no gastas... y a final de mes te infartas!
ResponderEliminarBarna enamora, es una ciudad dura y dulce a la vez. Engancha. Siempre deja ganas de volver. Con o sin Visa vente "pacá".
Besos!
Como me gusta el mar, tuve la oportunidad de conocerlo de grande, digo oportunidad porque como era ya grande mantendré gravadas las sensaciones que nacieron en el momento en senti la briza, el agua, la inmensidad...
ResponderEliminarNo sé, no sé... Yo no puedo evitar tener una difícil relación de amor-odio con Barcelona...Y hace años que gana (por un poquito) el odio! ¿Es grave, doctor? ;-)
ResponderEliminarEn fin...A veces pienso que Barcelona es un mal necesario, ja, ja, ja!
Cristal, tu relato me resulta tan próximo, tan plástico y sensorial que juraría que yo también estuve allí. Quiero decirte que me ha encantado.
ResponderEliminar¡Cuántos momentos de claridad desapercibidos deberíamos reconocer, y no andar tan miopes!
Besos
Hay miles de palabras y poemas que se refieren al mar, pero a mi me gustan especialmente unos versos de Borges:
ResponderEliminarAntes que el sueño o el terror tejiera mitologías o cosmogonías
Antes que el tiempo se acuñara en días.
El mar, siempre el mar, ya estaba y era.
¿Quién es el mar?
¿quién es aquel violento y antiguo ser que roe los pilares de la
tierra? y es uno y muchos mares
Y abismo y resplandor y azar y viento?
Quien lo mira lo ve por vez primera
Siempre. Con el asombro que las cosas elementales dejan,
las hermosas tardes, la luna, el fuego de una hoguera.
¿Quién es el mar, quién soy?
Lo sabré el día ulterior que sucede a la agonía.
Lilyth, esos versos de Borges van dedicados a ti.
ResponderEliminarMercedes, ¿sabes que esa es una gran definición de Barna!
Aunque una cuentista como tú, puede convertirla en otras muchas cosas...
Sirena V. muchas gracias. Está claro, que las cosas más sencillas son las más difíciles de hacer obvias a los sentidos. Pero están ahí, y nos inundan casi sin darnos cuenta.
Montones de besos para las tres.
Bueno,en lugar de continuar con "La sombra del viento" -no me avergüenza no haberlo leído antes que sus otros libros- he decidido leer más en tu blog.
ResponderEliminarMe has recordado mis viajes al norte, a casa de mis tías. Mis queridos Irún y Hondarribia, sobre todo Fuenterrabía. Bajaba con mi hermana, tan peques los dos, inconscientes en ocasiones al mientras veíamos romper las olas, la extensa playa hoy cortada y afeada en favor de un puerto marítimo. El mar se queda grabado en el corazón, no puede borrarse.
En mi Castilla el verano es amarillo y seco, y mi otoño deja de ser muy frío para comenzar a ser helado. Pero siempre hay un recuerdo de mar para soñar...
¡Carlos! vaya sorpresa agradable, verte por aquí amigo.
ResponderEliminarEl mar es un referente para muchos. Nací cercana a él pero me crié tierra adentro y de nuevo he vuelto a su lado. Y ya, no sé que haría sin él...
Me gusta verte por aquí. aunque sea en la distancia amigo.
Un fuerte abrazo.