Busto de Adriano de autor desconocido
___________________________
"En lo más profundo, mi autoconocimiento es oscuro, interior, informulado, secreto como una complicidad"
Marguerite Yourcenar
___________________
"En lo más profundo, mi autoconocimiento es oscuro, interior, informulado, secreto como una complicidad"
Marguerite Yourcenar
___________________
Me encuentro releyendo estos días, con placer, las “Memorias
de Adriano” de la gran Marguerite Yourcenar. Un libro, que me impactó muy
favorablemente en su primera lectura, hace ya un montón de años. Y que ahora de
nuevo, me vuelve a provocar, las mismas gratas sensaciones de esa primera vez, y
por añadidura, una especie de nostalgia de reconocimiento propio en los
sentimientos de alguien, en principio tan lejano a mí, como un Emperador romano.
Bien es verdad, que dichas memorias están escritas por una mano contemporánea
y femenina, y probablemente tampoco sea ajena a esa sensación mi edad actual, mucho más
próxima en esta segunda ocasión, tanto a la del protagonista como a la de la
autora. Lo cierto, es que según voy avanzando en la historia y voy recordando,
me doy cuenta que aún conservando la totalidad de mi esencia de entonces, mis impresiones
sobre los distintos asuntos abordados, han ganado en matices. Lo que genera
una, no sé si mayor… pero si me atrevería a decir, más profunda y amplia comprensión
de lo leído.
El libro, más que excelentemente escrito y documentado, es
una larga carta escrita en primera persona, que Adriano comienza por dirigir a
uno de sus amantes más queridos, para terminar haciéndolo a su sucesor (Marco Aurelio). Todo él, es la sincera reflexión
personal que un hombre, sin más, hace sobre su vida y entorno en el umbral de
su última etapa. La indagación honda y
sutil, de alguien extraordinario por vida y circunstancias, sobre muchos y
diferentes aspectos del alma humana. Y es que la autora, que huye de cualquier
mistificación propia de un personaje tan fuera de lo común, sabe como penetrar
y hacer argumentar al hombre desnudo que hubo tras la celebridad.
Son muchas las notas tomadas por mí en ambas lecturas, no
obstante, no tengo intención de dejar aquí un corolario de las mismas, porque
creo que resultaría oneroso fuera de contexto, y ya he dicho en párrafo anterior,
que solo los matices de mis conclusiones han cambiado… pero hay una… que hace
días que me tiene ‘meditando’. Dice así:
Cada uno se decide, vive y muere conforme sus
propias leyes
Un aserto, subrayado en esta segunda oportunidad,
probablemente porque en la primera, en esa vana presunción y seguridad de la
juventud, debió pasarme desapercibido, escondido bajo una más que incierta
‘naturalidad’. Aparentemente, casi una verdad de Perogrullo. Pero ahora, en
este presente tan ‘transcurrido’, posee o le doy… no sabría decirlo… unas
connotaciones muy distintas. Porque aunque en última instancia, así sea, tanto
nuestras leyes personales, como nuestras decisiones, a la luz de los años, no
resultan ni tan verdaderas ni tan claras, como para darles esa exactitud
contenida en él. Quizás, porque la razón se obnubila o se confunde ante los
relámpagos de los innumerables estímulos a los que nos vemos sometidos a lo
largo del camino. Y a nuestro pesar, adolecemos de esa indiferencia y
neutralidad imprescindibles para resolver con la frialdad precisa, la
multiplicidad de cuestiones que nos atañen. Por no hablar del
azar, si es que tal cosa existe...
Como sea, todos terminamos por contar con toda una colección
de aciertos y errores a voluntad propia, lo que por fin… parece dar a la frasecilla de marras, la verosimilitud propuesta.
No sé… creo que me voy a tomar un gin tonic… ;)
____________________________